El proceso de educación, tanto el formal como el informal, en muchos casos son una malformación que es difícil corregir.
Si nos cuestionamos con veracidad, si acaso dejamos de dar por ciertas muchas premisas que nos son ajenas, si en la voluntad de crecer somos capaces de cuestionar asuntos y puntos esenciales, encontraremos una veta de gran valía para nuestro futuro.
Es común en el conjunto de lo aprendido, que pocas veces se discute y se da por válido siempre, que estamos obligados a ser perfectos, a disminuir a cero los equívocos y los errores.
Esta actitud, que seguramente compartes de algún modo, tiene como resultado, como mal mayor, el que por encima de la responsabilidad, versión adecuada de las cosas, seamos propensos a echarnos la culpa por casi todo lo que hacemos mal; a dudar de nuestras capacidades y de la fuerza que tengamos para corregir hechos.
Cuando algo le sale bien al de al lado o a nosotros, generalmente expresamos: “¡Qué suerte!”; cuando más allá de la oportunidad en tiempo y forma está el esfuerzo, una combinación que tiene que ver con trabajo y con acierto; todo ello muy por encima de lo casuístico que es imputable a la suerte.
Hemos sido enseñados entonces a que somos responsables y causantes de todo lo malo que nos ocurre; lo bueno depende de cosas fuera de nuestro control, como la expresión que acabo de relatarte o de conductas ajenas.
Este tipo de autoflagelación equivale al goce que experimenta un masoquista y que sostenido a lo largo del tiempo sin el ánimo de combatirlo pudiera incluso llegar a ser lo que algunos pensadores llaman: “suicidio psicológico”.
Cuando el esquema de valores está inmerso en este vicio son comunes las expresiones como: “Soy torpe, soy inútil”.
El secreto que te quiero compartir es modificar la concepción negativa de todo, de propuestas, de lenguaje e incluso de orden, por estándares internos positivos y por un nuevo sistema de evaluación mucho más apropiado, lo mismo a tus capacidades y entorno, que a la realidad en la que estás inmerso.
La revaloración de lo adecuado e inadecuado; los conceptos de eficacia y eficiencia requieren una autoexigencia correcta pero distante de rigideces y de la tendencia a valoraciones negativas.
La tarea es buscar éxito y logros que sean alcanzables en comunión con todo lo que nos rodea y con el empeño invertido en ello.
Con el concurso de la autoestima, con el principio de realidad y las ganas de superación, se concibe a la felicidad y a la paz como bálsamos y compañeros de viaje, en vez de metas lejanas e inalcanzables.
¿Qué tan inútil te has considerado?
¿A qué distancia queda la felicidad?
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Comentarios
GRACIAS POR ESTE ARTICULO. UN ABRAZO FUERTE
HOLA TERRY ESPERO TE ENCUENTRES BIEN, BUEN ARTICULO Y HAY QUE CONTESTARNOS ESAS PREGUNTAS CON TODA HONESTIDAD Y TRATAR DE TODOS LOS DIAS VER LO BUENO QUE TENEMOS Y RESALTARLO, CREO QUE TODOS LOS DIAS SON UNA OPORTUNIDAD PARA MEJORAR NUESTRA AUTOESTIMA.
UN ABRAZO.
QUE LA PAZ SEA CONTIGO.