(Tercera llamada; tercera llamada, comenzamos).
Todos hemos escuchado esta frase, la del teatro, la que anuncia que la función empieza. Por costumbre y hábito sabemos que la anteceden dos llamados que sitúan en tiempo y espacio a la representación. A través de la voz de alguien en persona o de unas bocinas, desde mediados del siglo pasado; el llamado tiene por objeto el centrar la atención del público y lograr un mínimo de silencio para entender la trama desde el inicio de la obra.
En alguna ocasión, experimenté un pasaje cómico que te comparto: tuve que despertar a mi vecino de butaca para anunciarle que el espectáculo estaba iniciando; eso intento ahora: ATENCIÓN, despierta.
En un concierto los 3 golpes clásicos del director de la orquesta son dirigidos hacia los integrantes de esta siendo a la vez lo suficientemente sonoros para tener el mismo resultado en la audiencia que está presente en el foro.
La vida es una especie de representación teatral, es también un concierto donde la armonía es básica para lograr los fines deseados.
Visto de otra forma se requiere imprescindiblemente hacer la pausa adecuada, sin que esta consuma mayor tiempo que el óptimo para conseguir lo que nos hemos propuesto. De igual suerte a veces oprimimos el botón de “PAUSE” en el Dvd para levantarnos por un café o algo semejante para que impida la pérdida de alguna escena de la película que estamos viendo.
Poner atención, estar alerta, en cada instante de nuestra existencia pasa necesariamente por admitir que somos propensos a estar inmersos en lo que valoramos, con verdad o sin ella, como urgente, lo que a veces prescinde de lo importante y excluye muchos eventos que modifican todo.
El calificativo de “urgente o importante” es siempre discutible, lo es más, cuando nos ha sido impuesto por alguien a través de convencimientos relativos o del bagaje que forman nuestras creencias limitantes.
Nos distraemos innecesariamente. Poner atención, como dictan los maestros, implica estar dispuesto a ser consciente de la multitud de alternativas que tiempo y vida nos ofrecen, nos regalan.
El pensamiento y los grados de interés que le damos tienen siempre la intención de focalizar la energía en un punto, en un motivo cuya relevancia que está sujeta de duda. Intentan sacarnos de nuestro momento, del aquí y ahora que nos pertenece y nos impiden abrazar alguna opción que nuestra existencia nos está mostrando de cualquier manera, a veces incipiente.
El comportamiento ensimismado que nos es común, nos aleja o pretende hacerlo, de experimentar el goce lo mismo de un atardecer que de la hierba en los pies, que de todo aquello que tenemos.
El secreto radica en dejar de darle la mayor de las importancias a lo que hemos perdido, a los juicos sobre nuestros errores o actitudes de alguien, soltarlas, considerando la emoción positiva primordialmente, como el disfrute de lo que está presente, de lo que construimos y de lo que en ese instante experimentamos.
Llegar a esto implica trabajar con constancia en esas pequeñas pausas que permiten girar el enfoque los 360° para estar conscientes de lo que está sucediendo y de las oportunidades que cada segundo tenemos y nos merecemos.
¿Enfocarte en algún conflicto te impide disfrutar de la risa de un niño?
¿Esperarás a que te tropieces algún día para tomar consciencia de que tu pie derecho tiene dedo meñique?
Participan con tus comentarios, nos enriquecen.
Escucha aquí esta nota
Comentarios
Es interesante todo esto terry gracias por compartirlo pero seria bueno que nos pudieses compartir como realmente lograr estar en el aqui y ahora......con tecnicas.