Referente del humor gráfico y de género, Diana Raznovich aborda sin disimulos temáticas como el aborto, la trata y la violencia doméstica. Dice que la historieta argentina es machista, pero rescata a Quino. ¿Es la que se parece a Maitena? ¡Ni se te ocurra porque se deprime!
¿Más machista que la UOCRA? “Si, el gremio de los humoristas gráficos es muuuuy machista, creeme. Agarrá los diarios y fijate en las contratapas: ¡todos tipos! El tema del maltrato, por ejemplo, ni se toca. Lo tengo muy estudiado, ¡los varones humoristas de eso no hablan! Porque hay un pacto de silencio, de caballeros; como si la violencia de género no existiera”.
Diana, y sus tacones de punta. “Clemente, por citar uno, es el clásico porteño con dos minas, futbolero, bien arquetípico... Creo que Quino en ese sentido fue el más feminista de todos, porque Mafalda opina, cuestiona, mira con preocupación el mundo. Quino tuvo la valentía de decir: las mujeres piensan. Y fue un éxito, ¿no? O sea que mercado hay. A mí me encantaría hacer una tira diaria a la par de mis colegas hombres porque estoy en condiciones tanto artísticas como ideológicas para estar, pero...”
La escuchás y te dan ganas de ponerte firme, mano al pecho y entonar el himno feminista. Estamos delante de Diana Raznovich, una de las poquísimas historietistas que hoy publica “chistes de género” en nuestro país. Porteña, clase 45, rubia, ojos claros, dientes separados, seria como todo capocómico, trajecito sastre. Si no la tienen es porque tuvo que exiliarse a mediados de los setenta. Se fue a España, dejó atrás una prolífica carrera como autora teatral, y se inventó una vida nueva, allá lejos, sola y triste. Pero dicen que, al mal tiempo, buena cara. Así fue que apareció su lado más cáustico y empezó a tomar forma de viñetas.
“Desde muy chiquita yo tuve esa mirada... Cuando tenía siete años esperaba todos los martes a que llegara una revista que traía mi mamá con las historietas de La Pequeña Lulú y la copiaba entera. Yo quería hacer eso… Mi horizonte siempre fue lo ridículo del mundo, lo veo muy ridículo.”
Usted qué prefiere: ¿abuso sexual o económico?
Subvertir el orden patriarcal, desafiar el discurso sexista y empezar a reírnos a carcajadas del modelo que todavía nos reserva un lugar de minoría en los espacios de poder. Podría resultar pretencioso encarar semejante lucha a través de una tira cómica, pero Diana está convencida de que el humor puede ser el salvoconducto para hacer verdaderamente popular ese debate. “Si el alegato de la igualdad de género viniera a través de la risa podría lograr una trascendencia pública, creo que eso le daría al feminismo un vuelco importante.”
¿Y cómo se hace para hablar de femicidio, discriminación, aborto de manera burlona? “Vos decidís qué ponés. Yo apunto al maltratador, no me interesa la mina golpeada. Yo no veo la escena de violencia, lo que busco es derrumbar al tipo. Ridiculizarlo a él. Y si la mujer logra reírse, ya empieza a tenerle menos miedo”.
Con domicilio aquí y allá, durante el gobierno socialista de Zapatero, Diana trabajó para una campaña contra la explotación sexual. Cuatro millones de posavasos con sus dibujos repartidos en bares y puticlubs de toda España, y unos meses después –cuenta orgullosa- “la estadística marcaba que había bajado el consumo de trata”. Paralelamente, hacía exposiciones con la temática de maltrato y sus trabajos se publicaban en Alemania, Francia y Estados Unidos. “He luchado tanto para hacer lo que me gusta que he llegado a creer que lo que me gusta es luchar tanto”.
Si a esta altura se están preguntando cómo todavía no hablamos de su parecido con Maitena, acá viene esa parte. “¿Te dicen así: ‘se parece a Maitena’? ¿Es muy generalizado eso?” Nos consulta, con una mueca que mezcla perplejidad y desconsuelo. ¿Acaso se está deprimiendo delante de una extraña? “Mirá, no sé si me parezco, la verdad es que no la tengo muy... Pero puede ser que coincidamos, aunque creo que ella tiene un pensamiento muy diferente al mío. Un tipo de humor distinto… Qué sé yo, creo que hay lugar para todas”.
No es cuestión de sembrar antipatías, peeeero. Si una se pone rigurosa y analiza el discurso “globológico” de una y otra, al margen de cierto parecido en los trazos, la cuestión puede ponerse áspera. Para empezar, distanciemos el humor “femenino” del humor “feminista”. No son sinónimos.
En un rincón, “Mujeres Alteradas”; en el otro, “Mujeres Pluscuamperfectas”. Y suena la campana. Mientras las chicas Maitena debaten sobre depilación, dietas, cirugías y orgasmos –al mejor estilo Sex & The City-, las criaturitas de Raznovich arremeten cínicas y descaradas contra la más simiesca misoginia social.
En 1999, la tira de Maitena empezó a salir en la edición dominical de El País de España. ¿Y Diana? “¿Sabés las veces que intenté entrar a El País? Me decían ‘esto no es para nosotros’, ‘es muy feminista’, ‘no tenemos un público para tu feminismo’. Eso es censura”.
Ahora llaman maltrato a una escenita de celos con un par de ostias bien dadas.
¿Cuáles son las concesiones que han debido hacer aquellas que lograron sobrevivir en tierra de Patoruzú, Isidoro Cañones o las minitas Altuna? Seguir el rastro de las mujeres en la historieta argentina remite a los años 30. Niní Marshall fue de las primeras en colarse en ese mundo pensado y hecho por y para hombres, junto a María Esther del Grosso y Sara Conti, pero bajo seudónimos. Ya en los ‘50, Martha Barnes, Cecilia Palacio (hija de don Lino). Más acá, una Blanca Cotta preculinaria, cuyo modo de escapar al destino de ama de casa fue hacer una tira cómica, aunque fuera con recetas de cocina para la revista Anteojito. Hay más: Alicia Durán (caricaturista política en Radiolandia), Petisuí (secretos de mujer), Nelly Hoijman (el humor tiene cara de mujer), o la ácida Stella de Lorenzo. Hasta llegar a Patricia Breccia y con ella –incluso a pesar suyo- el inicio de la historieta feminista.
Que una mujer salga a hacer visible su burla, es muchísimo más transgresor a que lo haga un hombre, concluye Diana. “Yo creo que no se quiere legitimar la mirada de género como un discurso público. Mientras se mantenga en una minoría de académicas e intelectuales no representa ningún peligro, pero si el ama de casa o la mujer en general empieza a naturalizar eso, más de uno va a estar en problemas. Y a través del humor puede ocurrir”.
Parece estar todo dicho. Sin embargo… (Unos días después)
“Me ha sorprendido lo que me dijiste de que me ven influida por Maitena, es la primera vez que me lo dicen (sí me dijeron al revés, en España, que ella se parecía a mí). Pero empecé mucho antes que ella, yo ya hacía esos dibujos a fines de los ‘80, con las mismas caritas y gestos que hago ahora, aunque entonces trabajaba en blanco y negro. Así que creo que Maitena sin darse cuenta debe haberse visto influida por mí. Siento que la gente se haya olvidado de mis 5 años en el periódico Tiempo Argentino; una página todos los jueves en el suplemento Mujer, que empecé a publicar cuando volvió la democracia. Pero son los costes de vivir afuera, el exilio. Ahora tengo la oportunidad de que me conozcan más aquí (sus viñetas salen cada viernes, en Clarín Mujer). Mi objetivo, ahora, es la Argentina.”
Por Valeria Sampedro, periodista
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