ASÍ SE LES PEGA HOY A LOS NIÑOS

9274999867?profile=originalDe acuerdo a cifras del INEGI (2011), en los hogares que se identificó violencia física las formas correspondieron a: golpe con puño 42%, bofetadas 40%, golpes con objetos 23%, patadas 21% y pellizcos 18%.

          Llama la atención que estas son las mismas formas que utilizan los adultos inmersos en una pelea. Pero qué disparejo cuando se utiliza contra un niño o una niña, qué desproporción, qué abuso, qué injusticia. ¿Por qué los tratamos así? Si estos pudieran hablar dirían: “Ponte con uno de tu tamaño”.

          El libro de mi autoría, “Cero golpes”, también es una campaña en pro de la erradicación del castigo físico. Una labor titánica pues implica cambiar un paradigma, un constructo que da sentido a los comportamientos y a las prácticas disciplinarias. Pero aferrarse a paradigmas perniciosos empobrece a las personas y a las sociedades.

          Un golpe en la infancia acompañado de palabras del tipo “lo hago por tu bien”, confunden al psiquismo del niño, el cual por lealtad y dependencia hacia quien le pega, termina por traicionarse a sí mismo de manera involuntaria al ponerse del lado del golpeador y concluir que la culpa es suya: “Realmente me lo merecía”, “Soy tremendo”, “Me dolió, pero si me lastimó es porque me quiere”…

          Este mecanismo psicológico llamado racionalización pretende explicar lo inexplicable, aclarar la confusión: la de un cuerpo que arde de dolor ante el golpe propinado por quien debería proporcionar seguridad, estabilidad, tranquilidad y cariño: los padres. Mecanismo que contribuye a la perpetuación de un paradigma que tiene como base la creencia de que los comportamientos considerados inadecuados o inapropiados tienen que ser castigados para eliminarlos, la creencia de que sólo si duele la medida disciplinaria el niño va a aprender.

          Creencias que se vuelven verdad a pesar de que la realidad indica que el golpe y el dolor sólo generan inhibición, dolor, resentimiento y estrés, sensaciones y sentimientos que van en sentido contrario a la posibilidad de aprender.

          En gran parte lo anterior explica la defensa férrea del castigo físico por parte de los adultos, la existencia de la abundante y variada gama de argumentos para tal fin y la infinidad de mitos que sostienen esta práctica, del tipo: “la razón por la que hoy existe tantos flojos, drogadictos, rateros y asesinos es por no saber educar a los hijos con unas nalgadas a tiempo”.

          Los seres humanos nacen con el potencial para el amor, convivencia, cooperación, empatía, solidaridad…, pero si se les lastima, dicho potencial se ve afectado de manera proporcional al daño generado. Si algo ha encontrado la criminalística en las historias infantiles de los delincuentes peligrosos es carencia afectiva, falta de manifestaciones de cariño, de educación y guía, combinado con abuso.

          No olvidemos que el respeto, el amor, las caricias y la disciplina, combinadas con la ausencia de castigos físicos fortalecen el carácter, la personalidad.

          Los niños y las niñas están aprendiendo a vivir y necesitan que se les eduque y guíe para que puedan conducirse correctamente.

          “No les castigues, enséñales. Trátalos bien, no les pegues”, es el mensaje de “Cero golpes” que podrás encontrar en librerías Gandhi, El Sótano y Sanborns. Adquiérelo, léelo, vívelo y difúndelo para abonarle a la construcción de una cultura de buen trato.

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