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QUÉ ESFUERZO

Qué esfuerzo este tocarnos tan lejanos

este miedo a decir lo que sentimos

este dolor de herir lo que quisimos

este buscar excusas para hablarnos.

Qué esfuerzo este mirarnos tan extraños

este miedo a dejar lo que vivimos

este dolor de ver lo que perdimos

este estar sin estar, solos, quebrados.

Qué esfuerzo retener lo que se escapa

algo que estaba escrito en nuestros cuerpos

y mi voz se detiene en la garganta

qué impotencia, qué hastío, qué silencio

qué banales resultan las palabras

qué imposible decirte que te quiero.

¿AMOR O CONTROL?

-      No lo entiendo, Lindy, no sé qué quiere Tomás.

-      ¿Tú qué crees que quiere, Ximena? A dónde van dirigidos todos sus actos con relación a ti?

-      A controlarme.

-      Exacto, Ximena, quiere el control.

-      ¡Todo el control!...Pero si yo no estoy compitiendo con él.

-      Pero él sí contigo. Él te veía inalcanzable, demasiado mujer. Y quiere probarte que él es mejor que tú. Y para eso tiene que descalificarte continuamente.

-      Me hizo creer que le gustaba que yo tuviera carácter, iniciativa.

-      No es así. Se siente confrontado. Sus hechos lo dicen. Está totalmente a la defensiva.

-      Pero yo lo amo, tal como es.

-      Eso no es suficiente, Ximena.

-      ¿Y qué sería suficiente?

-      Que te amara de la misma manera. Que te viera como a una igual. No como una rival o como a una inferior. Que dejara de competir contigo y de intentar anularte.

-      No sé lo que quiere. Nada le parece bien. Nada es suficiente. Sabotea la relación a cada paso. Me tiene toda descontrolada.

-      Dame un ejemplo.

-      Hay miles, todo es motivo de pleito, cualquier tontería. Mira, por ejemplo ayer. Luego de tantos pleitos, él se puso triste, estaba deprimido, me dejó que me acercara. Le pedí que fuéramos a cenar, solos, tranquilos. Acordamos reunirnos en un restaurante y nos despedimos cariñosos. Él llegó tardísimo y de muy mal humor. Me dije a mí misma “paciencia, no te boicotees ni lo dejes boicotearse”. Lo escuché, le hice ver que tenía razón en estar enojado,  le pedí que tratara de calmarse, que juntos íbamos a tratar de encontrarle solución a ese problema. Que hiciéramos una tregua y disfrutáramos de la noche. Él se sintió incomprendido. Me dijo que no lo entendía, que era una egoísta, que cómo podía pedirle que dejara a un lado sus problemas.

-      Otra vez él estaba interpretando lo que tú haces y dices.

-      Se fue acelerando cada vez más, y más. La gente nos miraba. Ya sabrás el oso, pero yo me mantuve tranquila, porque si me pongo al brinco, ni te cuento. Pues aún así, verme tranquila lo exasperó más. Creí que iba a estrellarme un plato en la cabeza. Yo no sabía qué hacer.

-      ¿Y?

-       Me controlé. Decidí no engancharme y le dije: “mi amor, por favor, dime qué quieres y eso hacemos ¿quieres que nos vayamos a la casa?” ¡Bueno, haz de cuenta que le lancé una maldición! no sabes cómo se puso. Que si lo estaba subestimando, que si era una estúpida, que no lo tratara como a un imbécil. Yo enmudecí y él se fue furioso... Me quedé ahí, sin saber qué hacer.

-      Todo lo que dice que tú haces, es exactamente lo que él te hace a ti.

-      Sí, se proyecta, pero no se da cuenta. Hice esfuerzos por no echarme a llorar como una tonta. Por fin me levanté, pagué la cuenta y me fui. No sabía ni a dónde ir... No lo podía creer, otra vez estaba en el mismo punto.

-      ¿Qué pensabas en esos momentos, ahí sentada y después?

-      Cosas espantosas. Que él no me ama. Que yo a lo mejor de verdad soy una tonta y no sé como llegarle. Me sentía frustrada, porque me había hecho ilusiones la muy ingenua, de que íbamos a tener una noche maravillosa, romántica y terminaríamos haciendo el amor... ¡Sí, cómo no!

-      Estabas ahí sola, humillada, maltratada por él... ¿qué otro sentimiento se hacía presente, por encima de los que has mencionado?

-      No sé... muchos, pero no sé, te digo, estaba enojada, frustrada, me parecía injusto, egoísta de su parte...

-      No, no me digas lo que pensabas, Ximena, quiero lo que sentías...

-      ¡Sí, sí de acuerdo, Lindy, lo que sentía!... ¡Sentía miedo caray! Tenía un terrible miedo de regresar a la casa y no encontrarlo... tenía un terrible miedo de regresar a la casa y no encontrarlo... o de encontrarlo y que siguiéramos peleando. Miedo de no saber qué hacer... miedo de que no regresara. Miedo a lo que estaba pasando. Miedo por no saber qué iba a pasar. De lo que me esperaba llegara o no llegara.

-      ¿Qué te esperaba?

-      No sabía... podía no encontrarlo en la casa y pasarme la noche rodeada de mis fantasmas. Pensando si le pasó algo. Mira, te lo digo y me siento una estúpida... ¡Hazme el favor, encima de lo que me hace, me preocupo por él!

-      Sigue, sigue, céntrate en tus miedos...

-      No sé, tenía miedo de que se hubiera ido con la exnovia, que sigue puestísima, o que se hubiera ido con sus cuates a desahogarse y pasarla bien.

-      Tenías miedo de verte de nuevo sola en tu casa, esperando escuchar que por fin se abriera la puerta. Para sentir por un segundo alivio y de inmediato el terror de que llegue a la habitación y siga furioso, o que en lugar de ir a buscarte se quedara en el estudio a dormir.  Cosa que ya ha hecho antes.

-      Exacto, y no saber si ir o no a buscarlo. No entender qué espera de mí. Qué más hacer para arreglar las cosas entre nosotros. Miedo a que si me encontraba dormida me hiciera pleito porque me dormí como si nada, y si me encontraba despierta, me acusara de que lo estaba vigilando, esperando a ver a qué horas llegaba, y me dijera lo que repite sin cesar: que no lo dejo en paz, que lo agobio, que no me haga la víctima, que odia que me ponga en el plan de mamá protectora... Bueno, ni él se entiende, a veces me  acusa de ser la mamá protectora, otras la mamá mandona, regañona, autoritaria... Otras veces me acusa de que soy una niña dependiente, o mimada, o caprichosa... que tengo que madurar... ¡Yo soy la que tengo que madurar...! él no, él es perfecto, él siempre tiene la razón...

-      Mira tus miedos, Ximena... mira todos los miedos que te acometieron cuando él se fue enojado y te dejó ahí... recuerda el camino a tu casa... mira tu miedo...

-      Sí... le tengo miedo, Lindy, mucho miedo. Vivo asustada de que se enoje, de que me rechace, de sus juicios... Nada más no puedo fluir con él. ¡Estoy harta de tenerle miedo!

-      Eso está muy bien. Pero aún no has pisado el fondo, tú te sigues relacionando con temor, le tienes miedo, porque no te deja acercarte y cuando lo intentas, temes su enojo, su agresión, su reacción ante su incapacidad de darte respuestas, él  reacciona ante lo que le dices, no da una respuesta desde el adulto, sino que tiene una reacción desde el niño herido, o desde el adulto frustrado.

-      Sí, él está muy herido... y  yo puedo ver su herida.

-      Tú también estás herida, pero él no quiere ver tu herida.

-      Alguien tiene que dar el primer paso.

-      Tú lo das una y otra vez... el primer paso, y el segundo, y el tercero... y muchos más y no sirve de nada. Ningún esfuerzo es suficiente... ninguna humillación...

-      Pero lo amo... lo necesito... y entre más intento acercarme, más distancia me pone... no soporto su silencio.

-      Que te provoca temor y te hace vivir en la incertidumbre. Él te manda mensajes ambivalentes, y nunca sabes cómo va a reaccionar. Vives torturada porque no ves claro hasta dónde tienes que soportar sus desplantes, hasta dónde te toca seguirlo buscando, pedirle, rogarle, suplicarle, humillarte... ¿Qué tiene eso que ver con el Amor? EL AMOR NO ES INTIMIDACIÓN, ES INTIMIDAD.

-      Nada, lo sé, lo sé, pero no me puedo dar por vencida. Es que no entiendo nada, nos casamos tan enamorados. Tenemos una gran pasión física. ¡Lo amo!

-      Pero eso no es suficiente, no mientras él no ceda en nada y quiera que seas una mujer sumisa, que no lo confrontes, que no sientas ni pienses más que lo que él quiera. Quiere una obediencia absoluta... y una libertad total. Tener todos los derechos de un hombre soltero, y todos los beneficios de un hombre casado. No quiere nada que implique comprometerse o responsabilizarse.

-      Quizá necesita tiempo.

-      No te engañes, Ximena, deja de justificarlo. No es un niño, es un hombre que se comprometió contigo y que ahora no quiere cumplir con su parte. Un hombre que ha roto todas sus promesas, y que pretende que tú seas un fantasma en su vida cada vez que se le antoja. 

-      Si me abandona, me muero.

-      Él lo sabe, ese es el problema, y que has puesto el sentido de tu vida en él. Tienes que tomar tu vida en tus manos. No te engañes. Él no te ama, el amor se demuestra en los hechos. Y sus hechos, no dicen que te ama.

-      Yo sé que me ama, lo que pasa es que...

-      Deja de justificarlo, Ximena. Tienes que retomar tu vida, tu trabajo, no puedes seguir viviendo en función del cuate, eso no funciona. Él ya no te admira ni te respeta y no sólo eso, te desprecia, se da el lujo de sobajarte cada vez que quiere. Usa tu miedo para controlarte. Tú, antes de conocerlo, eras otra, fuerte, entrona, te comías el mundo, mírate ahora.

-      Sí, no me reconozco en esta que estoy siendo con él.

-      Te está arrebatando tu autoestima. No permitas que te debilite más. Que te siga controlando, él no tiene el control, tú se lo das al temerle a su rechazo.

-      Pero es que no puedo, Lindy, no me imagino la vida sin él.

-      ¿Y sin ti? ¿Te imaginas la vida sin ti, Ximena? Te estás perdiendo de ti misma, para ser la que él quiere que seas. Esfuerzo inútil, por cierto, porque nunca le darás gusto. Si hay alguna posibilidad de salvar tu relación, es paradójicamente, volviendo a ser la mujer de la que se enamoró. Date una oportunidad y dásela a él. Él oculta su miedo e inseguridades a través de agredirte y controlarte. Si te atreves a enfrentarlo, a él no le quedará más remedio que manifestar sus propios miedos. Esto hará que ambos se muevan de lugar, si tú le hablas desde la mujer,  y no desde la niña asustada, él tendrá que hablarte desde el hombre, y no desde el niño caprichoso, o el padre controlador. Es decir, se comunicarán como adultos, como pareja. Si no responde... tendrás que concluir que al cuate... le quedas grande.