La vida afectiva de los seres humanos es compleja, pero tratándose del amor en pareja, parece aún más complicado. Muchos son los factores que entran en juego en esta relación tan íntima. Los seres humanos aspiramos y anhelamos a contar con una pareja que nos comprenda, que nos reconozca, que nos quiera, que podamos al mismo tiempo, ser auténticos en la expresión de nuestros sentimientos.
Cuando hablo de afectividad, no me refiero sólo a aquellos sentimientos que denominamos positivos, también entran en juego, nuestros malos humores, enojos, agresiones, tristezas y malos modos. Es evidente, que de ellos, preferimos no enterarnos; ya que empañan ilusiones y nos ponen frente a lo inevitable del sufrimiento y el dolor.
Existen relaciones que por su naturaleza viven en un ciclo de dolor. Este proceso, se repite una y otra vez, todos los días, con gran frecuencia, y se enfrascan en situaciones dramáticas, como una tónica constante y sonante, en sus interacciones.
Este ciclo del dolor, tiene su propia mecánica y se desata de manera inconsciente. Nadie quiere una pareja para sufrir, no obstante, se mantienen atados y anudados en relaciones destructivas. El alma se desgarra, la vida se torna gris y los días parecen minar nuestra alegría, nuestra salud.
¿Cómo reconocer sí estamos viviendo en este proceso tan doloroso?
La relación se ha tornado ríspida, llena de resentimiento y sufrimiento. Pareciera, que en todo momento la convivencia se torna tensa. Se vive con el alma en hilo. Como todo ciclo se repite y su dinámica se encuentra definida de la siguiente manera:
Periodos de calma en dónde la relación fluye en apariencia.
Pasan a un estado en el que existen provocaciones, gritos, insultos, la tensión va en aumento. El ambiente se torna filoso.
Y a la menor situación: explosiones de ira, descalificaciones, agresiones de mayor intensidad, en algunas parejas, golpes o empujones.
Para finalmente, una vez estallado el conflicto, se pasa a una etapa en la que las disculpas, las promesas de que no volverá a suceder otra vez.
Una aparente reconciliación y pasamos de nuevo al estado de tensa clama. Para continuar de nuevo completando el ciclo del dolor.
Una vez que el ciclo se ha instaurado es difícil romperlo. Es por ello, importante, que se cobre conciencia al respecto. Ya que el proceso se vuelve automático, y es necesario, conocer los sentimientos que desata:
Perplejidad.
Vergüenza.
Confusión.
Culpa.
Humillación.
Parálisis.
Depresión.
La única manera de poder entender estos sentimientos y el ciclo destructivo del dolor. Es tomar conciencia de que nos encontramos viviendo en una relación así. El darse cuenta es la primera condición para asumir la sanación, de estas vivencias tan desgarradoras y que tienen el alma hecha pedazos.
La destrucción ya está instaurada. Ambos participan en el ciclo. La familia completa sufre, sobre todo, sí existen hijos de la pareja. El dolor es cada vez más agudo y la confusión también…
Sí tú, y tu pareja se encuentran viviendo en una condición así, es muy importante, que se atiendan con un especialista, que acudan a cursos, que se documenten sobre el tema. La terapia siempre es una muy buena posibilidad. Pero sí tú pareja, no se atiende o no quiere, entonces, es importante que lo hagas para ti.
Las respuestas a estas interrogantes son personales. En lo más íntimo de ti puedes encontrar la respuesta. Y cada quién sabe qué hacer con lo que vive o por lo que muere…
El nuevo planteamiento acerca de las dinámicas en pareja, no tienen por que ser más de sacrificio mal entendido, ni de sufrir eternamente por un mal amor. La nueva revolución afectiva son relaciones de igualdad, en donde ambos construyan una relación en beneficio de ambos… pero para ello, es indispensable, estar dispuestos a aceptar el reto…
En mi libro CUANDO EL AMOR EN PAREJA SE CONVIERTE EN DOLOR. Hablo sobre estos procesos y te doy la mano para que puedas salir de ello, de una vez y para siempre.
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