El Amor y el Perdón son lo mismo, el que es capaz de amar, es capaz de perdonar, el perdón y el amor empiezan con uno mismo. Primero tienes que amarte, para poder amar a los demás, primero tienes que perdonarte, para poder perdonar a los demás. Cuanto más amor tengas para ti mismo, más fácil podrás perdonarte a ti mismo, y cuando más te perdonas a ti mismo, más puedes perdonar a los demás.
El perdón empieza con una decisión del corazón. El perdón es la puerta que te abre el amor hacia ti mismo. Comprende que dentro de ti, hay una capacidad muy grande de amar. El perdón es la llave que llevas siempre contigo para encontrar tu felicidad. Deja ya de sufrir y decide hoy amar. Deja todo lo que detiene ese amor; el odio es un amor equivocado, que solo te hace daño. La falta de perdón te estanca, te ata, te encierra y mira hacia atrás. Deja tu pasado, suelta tu dolor, tu resentimiento, decide hoy por el amor.
El pasado, ya pasó, no existe, no tiene fuerza en ti si tú no se la das: Decide hoy por ti, tú lo mereces, tú eres digno de amar, tú mereces amar y ser amado. Tu eres bueno en esencia.
Muchas veces nos sentimos ofendidos y el que nos ofendió, ni cuenta se dio; ¡perdónale¡ porque él se hizo más daño que tú...libérale con tu amor. Sólo dile ‘te perdono, por no ser lo que quisiera que tú fueras’, te perdono, porque no te dabas cuenta el dolor y el daño que tus palabras y acciones me causaban’. ‘Te perdono, porque yo también me equivoqué. Te perdono, porque tú y yo somos uno delante de Dios. Hoy nos damos una oportunidad, un comienzo en nuestra vida.
Perdón: Una decisión valiente.
Perdonarse a uno mismo es probablemente el mayor desafio que podemos encontrar en la vid. En esencia, es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos a nosotros mismos “pase lo que pase”. Es la plenitud latente de nuestra personalidad, la que surge de la disposición de aceptar sin críticas la totalidad de quienes somos, con nuestros aparentes defectos y con los talentos con que Dios, quiso adornar la propia personalidad. Amarse y perdonarse son esencialmente la misma cosa.
Perdonarse a uno mismo es un fabuloso nacimiento. Es un gozo que surge en los momentos en que tenemos la experiencia directa de la compasión, el amor y la gloria de nuestro Yo superior, más allá de toda definición.
Perdonarse a uno mismo no significa justificar un comportamiento dañino para uno mismo o para otras personas. Tampoco significa que uno no sienta remordimiento por el pasado. En realidad el hecho de sentir un profundo remordimiento por el dolor causado forma parte del proceso de curación. El remordimiento puede durar toda la vida, cuando se piensa en cierta persona o en determinado incidente. Pero si hemos de avanzar ese remordimiento no puede seguir siendo una fuerza emocional predominante. Hay que abandonarlo.
El objetivo del perdón es arrojar luz sobre los engaños, temores, juicios y críticas, que nos han mantenido cautivos. Es descubrir la opción de ser libres, venciendo toda barrera y obstáculo, capaz de mirarse en el espejo y decidir “Quién soy”, “Qué quiero”, “Hacia donde voy”.
El motivo más obvio para perdonar es liberarnos de los efectos debilitadores de la rabia y el rencor crónicos. Al parecer estas dos emociones son las que más convierten el perdón en un desafío, a la vez que en una grata posibilidad para quien desee una paz mayor.
La rabia y el rencor son emociones muy intensas que desgastan nuestras fuerzas y energía de diversas maneras. Cuando vayas quitando las capas, probablemente descubrirás que esa rabia en realidad es un sentimiento superficial. No en el sentido que sea trivial o falso. Por el contrario, es un signo que invita a reflexionar, porque todo problema no es tan simple como parece. Pero debajo de ella pueden haber otros sentimientos.
Cuando nos perdemos en el mundo de larabia, nos volvemos sordos y mudos a nuestros sentimientos más profundo. Hemos aprendido a escuchar sólo aquellos que saben gritar más fuerte. Perdonar es ingresar en el mundo de los valientes, que asumen con decisión la voluntad de Dios, porque El sólo trae la paz interior, la comprensión y el verdadero amor al prójimo.
El perdón no exige comunicación verbal directa, con la persona a la que “quieres perdonar”. No es preciso, ir y decirle: Te perdono. Aunque esto puede ser una parte importante del proceso de perdonar, con frecuencia la otra parte advertirá el cambio que se ha producido en tu corazón. El perdón es una actitud de valientes pero requiere de dignidad y de actitudes responsables, producto del amor de Dios.
El amor es siempre la respuesta a una especie de curación. La senda que conduce al amor es el perdón. Al perdonar se disuelve el resentimiento.
Ahora ya estamos en condiciones de perdonar: si deseas hacerlo, pronuncia con voz clara y sonora: ‘La persona a quien necesito perdonar es... y la perdono por...
Hay tanto amor en tu corazón que con él podrías curar a todo el planeta. Pero por ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarte interiormente.
Siente cómo una cálida ternura empieza arder en el centro de tu corazón, algo afectuoso y dulce. Y deja que ese sentimiento empiece a cambiar la forma que piensas y hablas de Ti mismo. Ahora puedes afirmar:
“Perdonar es, para mí, más fácil de lo que pensaba. Perdonar hace que me sienta más libre y sin cargas. Con júbilo aprendo a amarme cada vez más. Cuando más me libero del resentimiento, tanto más amor tengo para expresar. El cambio de mis pensamientos, hace que me sienta una buena persona. Estoy aprendiendo a convertir el día de hoy en un placer. Todo está bien en mi mundo”.
Enrique Moterrosa
Comentarios
Mi linda, que amable, para mi es un placer conocer por este medio personas como usted. Gracias por su tiempo, que la luz del Señor alumbre nuestro camino....
que lindo blog, gracias por compartirlo. dios te bendiga
HOLA MARTHA,MUY BONITO ARTICULO Y MUY IMPORTANTE LO ESTOY PONIENDO EN PRACTICA HAY SENTIMIENTOS KE NO ME DEJAN VIVIR TRANKILA PERO TOMARE CARTAS EN EL ASUNTO.
KE TENGAS FELIZ NAVIDAD EN COMPAÑIA DE TUS SERES KERIDOS...