AHORA SÍ, LA SECRETARÍA DE CULTURA

 

Con la propuesta de crear una secretaría federal dedicada a preservar y fomentar la cultura nacional había ocurrido algo similar a la fábula de Pedro y el lobo: no pasaba de ser más que un falso aviso. Nunca cristalizaba en un proyecto serio y menos aún se convertía en una realidad.

Ahora todo indica que sí se conformará la Secretaría de Cultura, tras el anuncio hecho por el presidente Enrique Peña Nieto en su Tercer Informe de Gobierno. “La cultura es una prioridad nacional para impulsar el bienestar y el desarrollo integral de los mexicanos”, dijo el primer mandatario en su mensaje del 2 de septiembre.

La creación de una dependencia coordinadora y con facultades mayores para actuar y operar es, de entrada, una decisión positiva, digna de aplauso. Se trata de un reconocimiento a la cultura que hemos generado desde la etapa prehispánica hasta nuestros días, que constituye una de las fortalezas de la nación y es, en buena medida, patrimonio de la humanidad. Bien lo indica en su apartado de “Antecedentes” la iniciativa enviada hace unos días por el Ejecutivo a la Cámara de Diputados:

 

México tiene una riqueza patrimonial de enormes dimensiones, profunda y extensa. Es el sexto lugar en Patrimonio Mundial, primero en América Latina y décimo segundo en Patrimonio Inmaterial, quinto por la diversidad lingüística y tercero en la lista de Ciudades Patrimonio de la Humanidad; cuenta con una de las infraestructuras culturales más grandes de América Latina y una comunidad artística vigorosa y participativa.

 

Sin embargo, para garantizar que la iniciativa culmine en una instrumentación exitosa, se requiere, a mi juicio, considerar una serie de premisas:

En primer término, tendría que difundirse la iniciativa de ley para que se discuta ampliamente su contenido en la sociedad y no sólo en el Poder Legislativo, donde se debatirá la propuesta presidencial. Además, será necesario tomar en cuenta las recomendaciones y conclusiones de tantísimos foros de cultura que se han realizado en años anteriores, no sólo en la capital del país, sino también en diversas entidades.

Es preciso, pues, enriquecer la plataforma conceptual y propositiva y asegurar que se refleje en la elaboración de un nuevo Plan Nacional de Cultura, básicamente para el periodo 2016-2018.

Hay también otros aspectos relevantes que deben vincularse con mayor precisión en cuanto a instituciones esenciales, ya se trate del Instituto Nacional de Antropología e Historia, del Instituto Nacional de Bellas Artes o de otros espacios institucionales dedicados a las artes y la cultura.

Algo muy importante será redefinir la relación con las entidades federativas, los centros de educación superior, las organizaciones sociales y el cúmulo de fundaciones u organismos a cargo de particulares hacia una plena descentralización de los bienes y servicios culturales, así como para la definición de políticas fiscales que fomenten la actividad cultural, entre otras cuestiones.

Asimismo, habrá que garantizar que el otorgamiento de becas no responda a criterios discrecionales o presiones de camarillas, como muchas veces ha ocurrido, sino a los méritos de quienes reciben tales apoyos, creadores que deberán ser beneficiados por su talento, sin pretender cooptarlos o condicionar su libertad creativa e independencia de pensamiento.

En fin, será imprescindible revisar y reflexionar a fondo cómo puede apoyarse más y mejor la creación, promoción y difusión cultural, en especial por lo que se refiere a las cuestiones presupuestales y al aprovechamiento óptimo de los recursos humanos y materiales. Por supuesto, esto deberá ir de la mano de una absoluta transparencia en el manejo del presupuesto en materia cultural.

Entre las muchas opiniones que se han vertido en estos días a partir del anuncio del presidente Peña Nieto hay quienes elogian la decisión mientras otros expresan su justo temor de que la nueva dependencia se convierta en un elefante blanco. De todos los puntos de vista rescato el del talentoso diseñador y pintor Vicente Rojo, que vio con buenos ojos esta decisión de ayudar a fortalecer el desarrollo del sector cultural en el país pues, recordó, “la cultura es un antídoto contra la violencia”.

Vamos, pues, a dar seguimiento puntual del proyecto, que por fin desparecerá a ese híbrido jurídico que es el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes para dar paso a una secretaría que en forma y fondo responda en verdad a esa prioridad nacional que es la cultura y que tanto suele soslayarse, y a veces hasta desdeñarse.

 

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