AGUANTEN FIRMES

Efectivamente, en cuestión de telecomunicaciones, nadie sabe para quién trabaja.

En un sector eminentemente técnico que evoluciona en forma geométrica, el lenguaje cifrado de los términos técnicos representa un serio obstáculo para su comprensión. La misma complejidad permite que una misma decisión sea defendida o atacada, dependiendo de los intereses de los grupos económicos afectados o beneficiados por ella, y que nos lleven al baile haciéndonos creer que es gato lo que en verdad era liebre.

Para tratar de facilitar la comprensión de los asuntos y detectar a quién favorece y a quién daña una medida, he sugerido que antes que intentar comprender el concepto se analice quién defiende qué y quién lo ataca.

Es natural que cuando una medida afecta a América Móvil, actual concentradora de Telmex y Telcel, entre otras, veremos a sus voceros, directos o indirectos, arremeter contra ella argumentando el bien del país. De la misma forma, cualquier decisión contraria a las televisoras es de inmediato atacada por sus quijotes, aunque en ese caso la estrategia sea la de utilizar a terceros que, amparados en la franquicia de cámaras o asociaciones, resultan más convenientes para legitimar la queja utilizando como bandera el bienestar público.

Pero esta fórmula, que tanto sirvió en el pasado, cayó por tierra recientemente con la embestida en contra de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, por los pasos que ha dado en su objetivo de generar competencia al antes duopolio y ahora cuasimonopolio de las televisoras.

No por ir a favor o en contra de esos consorcios, sino porque es prioritario restituir al Estado la supremacía frente al poder mediático de la televisión, hoy concentrado en apenas dos grupos -en vísperas de consolidarse en uno-, algunos hemos sido persistentes, y hasta necios, en nuestro reclamo a las autoridades para que sin demora adopten las medidas que permitan la aparición de nuevas cadenas nacionales de televisión abierta que compitan con las televisoras. Es incuestionable la necesidad de crear un contrapeso al irrefrenable poder político que los anteriores gobiernos les concedieron.

Pero, ¡qué ironía!, ahora que asoma una luz al final del túnel; cuando, en contra de todas las apuestas, las autoridades competentes -es decir, Cofetel- se atreven a debatir el programa de licitación de frecuencias para la aparición de dos nuevos canales de televisión abierta; cuando finalmente parece que se generarán las condiciones para que aparezca la tan esperada competencia en televisión, salen a su embate los quijotes que tanto la han demandado. Sospecho que las televisoras estarán gratamente sorprendidas al encontrar, sin buscarlo, a tan respetables aliados.

El debate se centra en la validez del derecho de quienes tienen concesionados canales de televisión digital de ofrecer hasta cinco canales de programación donde antes cabía solo uno ("multiprogramación" o "multiplexión").

Se argumenta que las televisoras podrán multiplicar sus canales incrementando con ello la concentración existente en la televisión abierta. Pero si las matemáticas no fallan, a menos de que la Cofetel licite dos nuevos canales a grupos distintos a los existentes, la concentración del 96 por ciento seguirá igual, independientemente de que sean 5 o 25 los canales de programación disponibles. Ahora bien, si Cofetel no lleva a cabo su propósito de licitar dos nuevos canales de televisión abierta para generar competencia, no dudaré ni un instante en sumarme a quienes sostienen que el gobierno a través de la Cofetel le está dando un nuevo regalo al duopolio.

Pero si, resistiendo los ataques de los que ha sido objeto y los que están por venir, Cofetel cumple su promesa de abrir la televisión a la competencia licitando dos nuevos canales a otros interesados, seré políticamente incorrecta, como aparentemente siempre tendré que serlo, y los defenderé a ultranza.

Estoy comprometida con aquellos que abriendo brecha están haciendo un trabajo complejo y controversial, que vulnera los intereses de los grupos más poderosos del país. Mucho antes otros debieron haberlo hecho, pero no se atrevieron porque sabían de las consecuencias. No debe sorprender que aparezca resistencia y que, conforme avancen los esfuerzos por abrir a la competencia el sector, las críticas sean más severas y provengan de lugares por demás insospechados.

Pese a ello, comisionados de Cofetel que están bregando por generar competencia en televisión abierta, aguanten firmes porque no están solos. Somos miles si no es que millones de mexicanos que los apoyamos.
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