¿Te has hecho esta pregunta alguna vez? ¿Si sientes, piensas y actúas de la misma manera cuando estás solo a cuando estás frente o con otras personas?
El conocer como influye la presencia real o imaginaria de otras personas en nuestros sentimientos ya actos no es fácil de entender.
Esto lo estudia la Psicología Social, y entre los análisis que ha realizado está el famoso Experimento de la prisión de Stanford, conocido simplemente como El experimento.
El estudio, llevado a cabo durante tan solo seis días en agosto de 1971, consistió en mantener recluidos en una prisión simulada en los sótanos de un edificio de esta universidad a 24 estudiantes, todos varones, sanos y socialmente adaptados, de los cuales ninguno había mostrado tendencia ni hacia la agresividad ni hacia la sumisión.
El diseñadora y líder del proyecto fue el profesor Philip Zimbardo, quien los dividió en dos grupos y adjudicó al azar el papel de preso o de guardián a cada uno de ellos, reservándose para él mismo el de superintendente.
Tanto los participantes como el propio Zimbardo se adaptaron a sus funciones más allá de sus expectativas. Hubo abusos de autoridad y tortura psicológica por parte de los guardias, así como aceptación pasiva y sometimiento en el lado de los presos, incluso acoso entre ellos por propia iniciativa o por orden.
Zimbardo estaba inmerso en su papel, cuando una observadora externa, la única que se atrevió a hacerlo, lo calificó de monstruoso y antiético. Solo entonces, el investigador recapacitó y puso fin al estudio ocho días antes de la fecha prevista para su conclusión.
¿Qué buscaba este experimento? Se analizaba la presunta legitimidad de la conducta punitiva, restrictiva, hasta inmoral o agresiva de las personas cuando se les proporciona el apoyo social o institucional.
Es decir, los guardias tenían el permiso entre comillas, de castigar y ser agresivos con los prisioneros. Además de que actuaban en grupo, uno empezaba el otro lo seguía.
La conclusión principal fue que la situación en la que se encuentra un individuo influye más en su comportamiento que su propia personalidad.
Es triste, pero a la vez muy importante conocer esta conducta de nosotros los seres humanos. Que nos dejamos llevar por las circunstancias o por lo que la mayoría hace, sin importar que vayan en contra de nuestras creencias y principios.
Se ha comprobado que la percepción propia de una persona, se ve influenciada por la de un grupo mayoritario, ya sea porque se siente presionado por la opinión de la mayoría o porque desconfía de su propia percepción.
Yo me pregunto cuantas de las personas que forman parte de manifestaciones violentas, que gritan, agreden y cometen actos ilícitos se atreverían a hacer lo mismo si estuvieran solos?
Jóvenes y adultos, hombres y mujeres que bloquean las carreteras, que entran a las tiendas a robar mercancía, que rompen cristales e incendian locales. ¿Si no formaran parte de un grupo, se comportarían de la misma manera? ¿Porque muchos de ellos lo hacen con el rostro cubierto para que no los vean? ¿Están actuando por convicción o porque todos lo hacen?
Uno de los experimentos más interesantes en psicología social, muchas veces replicado, es el conocido como de la difusión de la responsabilidad o del espectador apático.
Diseñado inicialmente por Darley y Latané en 1968 y repetido en diversos años, muestra que, si nos hallamos a solas ante una persona que necesita ayuda, un 70% de la población le auxiliará o solicitará auxilio, pero si hay más personas alrededor, tan solo lo hará el 40%.
¿Que significa? Que, si hay otras personas a mi alrededor para hacer un acto bueno, mejor que lo hagan ellas y no yo.
¿Te invito a reflexionar hoy que tanto cambias tu forma de ser, de actuar y de pensar cuando estás con otras personas?
Esto es un gravísimo error de congruencia en nuestra vida, nos convertimos en veletas, y nos movemos según se mueve el viento, las circunstancias y los demás.
Somos capaces de formar parte de un acto violento porque estamos en grupo y todos están haciendo lo mismo. Es más fácil cometer faltas y actos ilícitos en el anonimato y en grupo que con nuestro nombre y solos.
Mejor se un hombre y una mujer congruente con lo que piensas, sientes y actúas. No cambiar tu comportamiento según el ambiente o situación que se presenta.
Y orgullosamente afirmar: soy la misma persona estando sola que dentro de un grupo. Actúo y pienso igual ante mi mismo y ante los demás.
Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
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