Después de un año de grandes vuelcos, de pérdidas profundas, en muchos casos, irreparables; de adaptaciones urgentes en nuestro estilo de vida, se esperaba la llegada de un prometedor año nuevo, sin embargo, los cierres de ciclos no responden necesariamente a la marcha del calendario. Hay procesos que continúan e irán culminando poco a poco; mientras tanto, hay que hacer un alto para recapacitar sobre las lecciones que la contingencia nos está dando.
Después de mucho tiempo de no haber visto la película de Avatar, lanzada en 2009, tuve la oportunidad de disfrutarla nuevamente el fin de semana y sentí gran impotencia de ver en lo que el ser humano quería convertir otro planeta: en un montón de escombros en pro de la riqueza material por la explotación de algunos metales preciosos. Es claro que este filme, como tantos otros, invita a la reflexión de lo que el hombre está haciendo consigo mismo. Hace más de 10 años de que este mensaje fue lanzado y vamos de mal en peor.
Podríamos pensar que ninguno de nosotros somos los líderes de una nación o que no dirigimos los grandes imperios capitalistas y, por tanto, no somos responsables de las múltiples catástrofes que se han producido en nuestro planeta, pero si nos sentimos como parte de una misma conciencia universal, deberíamos pensar cuál es nuestra responsabilidad en todo esto. ¿Cuáles de nuestros hábitos perjudican a nuestra amada tierra?, ¿qué exigimos?, ¿qué compramos?, ¿qué consumimos?, ¿qué desperdiciamos?, ¿cómo hemos participado en toda esta destrucción del suelo, de los océanos, de las especies vegetales y animales y ahora, de nosotros mismos?
Este año es momento de ser resilientes para salir exitosos de los embates del entorno, es momento de unirnos como cuando lo hicimos en los sismos del 85 y del 17; es tiempo de planear y aplicar estrategias que abran nuevos senderos hacia la esperanza y el amor.
¿No ha sido esta pandemia una muestra más de lo frágiles que somos?, ¿por qué no empezar a fluir con nuestro mundo y con todos los seres que en él habitan?
No enseñemos a nuestros hijos a hacer daño, ni con el pensamiento. No demos el ejemplo de que la furia, la venganza o el rencor son la solución a nuestros males. Aprender es cambiar. Si no lo hacemos, tal vez la próxima lección del universo sea fulminante.
Seamos resilientes fortaleciendo los valores y atendiendo las grandes enseñanzas que nos han dejado las culturas sabias y milenarias.
Te invito a que practiques el ho’oponopono, un arte sanador polinesio que data de más de 5,000 años, basado en la idea de que todos y cada uno de nosotros somos co-creadores de nuestra realidad y que es muy importante que borremos las memorias dolorosas que hemos generado de manera inconsciente. Los Kahuna (guardianes del secreto) originarios de Hawai, creen en la Divinidad, como sea que cada uno de nosotros la interpretemos y basan su trabajo de “limpieza” en cuatro frases muy sencillas que debemos repetir constantemente: lo siento, por favor perdóname, gracias, te amo.
El doctor Joe Vitale comparte la forma de utilizarlo para que venzas la resistencia de sentir y pedir perdón por algo que piensas que no hiciste y que limpies esas memorias que limitan tu paz interior; No pienses que al decir “lo siento” asumes una culpa, lo que significa es que sientes lo que observas dentro de ti o de alguna otra persona y que representa un bloqueo para vivir el amor en plenitud; “por favor perdóname”, aunque a nivel consciente no tengas nada por lo cual pedir perdón, se dice porque hay un proceso de limpieza interior, tal vez por no darte cuenta de lo maravilloso que es estar vivo y por no agradecer todo lo que la existencia te ha dado, es para tu propio bien. “Gracias” como una de las palabras más poderosas, generadora de milagros. No se agradece cuando ya obtuviste lo que querías, sino por lo que ya está en ti y, “te amo” como la fuerza más grande del universo. Una luz se alojará en tu interior.
Repetir estas palabras, no es difícil, no representa sacrificio alguno; son liberadoras y generadoras de un profundo bienestar, aún en tiempos de crisis. Unámonos para rescatar la esencia de nuestro ser: el amor.
Así que, lo siento, por favor perdóname, gracias…te amo.
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