Por Ariadna Pulido
La vida sexual inicia con la vida misma. Conforme vamos creciendo vamos pasando diferentes etapas. Nacemos con determinadas estructuras de forma y orientación de nuestra conducta sexual. Pero también estamos en un entorno social que va determinando nuestro desarrollo personal y nuestra forma de actuar. Así como evolucionamos biológicamente, evolucionamos nuestra conducta, amortiguados estos cambios por nuestra cultura, nuestra religión, además de todos los acontecimientos que nos vayan ocurriendo.
Los cambios físicos y conductuales más notorios son con el despertar del deseo sexual en pareja, esa primera etapa adolescente donde el miedo puede ser un freno o un motor. Tenemos nuestros primeros besos, nuestras primeras caricias de otras manos, hasta nuestra primera relación sexual. Y disfrutamos, experimentamos, buscamos, y nos sacuden muchos cambios.
Esos momentos de descubrimiento van acompañados de análisis personales, de autoconocimiento de nuestros gustos e intereses sexuales, incluidas nuestras preferencias, las formas y los modos sexuales. Pero la edad no se puede frenar. Al entrar a la primera edad madura, si ya hay hijos, si ya hay una rutina de vida en pareja, los encuentros sexuales han sido definidos y hasta saciados. Dependiendo de estilo, cada uno habrá experimentado lo que su cultura y sus prejuicios le hayan permitido.
Ya se habrán vivido desengaños amorosos, traiciones amorosas, encuentros sexuales libres de compromisos, apegos y desapegos. Ya habremos conocidos el cuerpo del otro, de otros. Ya habremos fincado confianza, respeto y libertad, y hasta sus opuestos.
Entonces estamos rodeados por otros factores sociales, responsabilidades laborales, caseras, compromisos familiares... Para este momento, ya en los treinta, hemos disfrutado de nuestra sexualidad, hemos expresado nuestra vida sexual conforme a nuestros valores, nos hemos venido educándonos sexualmente, hemos obtenido más información sobre el sexo, sobre las enfermedades sexuales, sobre la procreación. Presumiblemente, reconocimos los conflictos intergeneracionales, sabemos evaluar los impactos que pueden causar los medios de comunicación cuando se hablan estos temas, incluso sabemos lidiar con las diferencias en familia.
Pero la edad avanza, y cuerpo sigue teniendo sus transformaciones. El cuerpo va mermando poco a poco su vigor, sus deseos, sus anhelos. Y viene la gran duda. ¿Qué pasará con mi vida sexual?
Acompañada de muchas otras:
¿Puedo vivir mi sexualidad como en otras épocas?
¿Cómo se da la elección en el sexo después de los cuarenta?
¿La edad me dará experiencia sexual o no?
¿Qué tanto se incrementa el contacto espiritual con la pareja sexual permanente?
¿Son diferentes los encuentros casuales?
El cuerpo sigue creciendo y es probable que surgen nuevas preguntas como:
¿Hay algo mejor tener sexo después de los 40?
¿Estoy viviendo una sexualidad declinante?
¿Ya no puedo experimentar o ser novedoso en el sexo?
¿Se acabaron mis recursos creativos en la cama?
¿Qué pasa con la testoterona?
¿Mi situación emocional se ve desajustada de mi situación sexual?
¿Cómo debe ser la exploración sexual con el otro?
Estas dudas y muchas, además de los mitos sobre el sexo después de los 40, las confrontaremos y solucionaremos en esta conferencia SEXO DESPUÉS DE LOS 40.
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