Por: Leonardo Boff
El poder es una de las características fundamentales de lo masculino en el hombre y en la mujer. El poder en la forma de dominación, representa una patología. Por eso, nuestra civilización, estigmatizada por la dominación en casi todas las áreas, produce la inflación de lo masculino, del patriarcalismo y del machismo. Son productos del patriarcado el tipo de ciencia que practicamos y el tipo de desarrollo que operamos. Ambos son reduccionistas, fragmentados y excluyentes de la naturaleza y de la mujer. En esta forma, el poder-dominación no deshumanizó sólo a los hombres, sino también a las mujeres. Los hombres acentuaron su dimensión de ánima y no permitieron que las mujeres realizaran su dimensión de ánimus. ***
Como consecuencia de este error, queda claro que la cuestión de lo masculino, a día de hoy, reside en lo femenino denegado, reprimido o no integrado. Para ser plenamente humano, el hombre necesita reanimar en él su parte femenina, y reeducar su lado masculino. Solamente entonces pueden ambos, hombre y mujer, mantener relaciones civilizadas, humanitarias y realizadoras del misterio humano femenino-masculino.
La gran tarea de la civilización, tal vez la más urgente en la actualidad, consiste en rescatar el principio femenino. Realzo el hecho de que no hablo de la categoría femenino/masculino, sino del principio femenino/masculino. Me alejo completamente de la ideología del género sexista, basada en el sexo biológico, que construye social y culturalmente las categorías de lo masculino y de lo femenino de forma dualista y excluyente. Se distribuyen los papeles, los valores y los antivalores: la creatividad, la actividad y la violencia asignados a lo masculino; y la pasividad, la receptividad y la no-violencia, a lo femenino.
Necesitamos rebasar esa visión excluyente y entender la sexualidad en un nivel ontológico, no como algo que el ser humano tiene, sino como algo que él es. Lo masculino no respeta solamente al hombre, sino también a la mujer. Lo femenino no gana cuerpo solamente en la mujer,sino también en el hombre. Ese femenino representa el principio de vida, de creatividad, de receptividad, de enternecimento, de interioridad y de espiritualidad en el hombre y en la mujer. Por lo tanto, se trata de un principio inclusivo y seminal que entra en la constitución de la realidad humana.
El rescate del principio femenino junto con el masculino, propicia una nueva integridad a la humanidad, al transcender las distorciones en la relación hombre-mujer y al traspasar el sexo biológico de pertenencia. Esto significa, no solamente la liberación de los seres humanos, especialmente de la mujer, sino también de la naturaleza y de las culturas no estructuradas en el eje del poder-dominación, equiparadas a lo débil y lo frágil - a lo femenino cultural.
La recuperación del principio femenino permite un proceso de liberación más integral y verdadero, pues parte de lo femenino oprimido. El oprimido tiene un privilegio histórico y epistemológico por el hecho de poseer una percepción más alta, que incluye al opresor en cuanto ser humano. El opresor excluye al oprimido, pues lo considera una cosa o un ser humano más pequeño, subordinado y dependiente. La liberación debe comenzar por el oprimido para acabar con el opresor. Sólo entonces ambos se encuentran en el mismo suelo común, como humanos, construyendo juntos, en la igualdad y en la diferencia, la sociedad y la historia.
La inclusión del principio femenino obligará a toda la cultura masculinizante a cuestionar el paradigma instaurado, en el que radica el poder-dominación, hoy seriamente en crisis. El pensamiento de la crisis, en el interior del mismo paradigma, no puede traer soluciones. El veneno que mata no puede ser el remedio que cura. Los únicos que pueden ofrecer algo alternativo y terapéutico son aquellos que fueron vistos como incapaces de pensar, por no ser suficientemente racionales y productivos. Los que pretendían traer las luces (los iluministas) nos condujeron a las tinieblas actuales. Los que se proponían difundir la razón, la ciencia y la técnica por todos los cuadrantes nos están conduciendo a lo peor, a la destrucción y a la desaparición.
El principio femenino es sanador y liberador, pues se mueve en otro paradigma y opera con otra lógica. Su paradigma básico es la vida, y no el poder; el respeto y la veneración por la vida, y no la agresión y la dominación. La lógica de la vida no es la reducción y el aislamiento, arrancando a los seres de su medio real y analizándolos, o manipulando células, genes y microorganismos fuera de su ecosistema. La lógica de la vida es la complejidad, es la tela de interacciones en todas las direcciones y en todos los lados, es la sinergia y la relación con el Todo.
Ahora, lo femenino consiste en la capacidad de vivir lo complejo, de elaborar síntesis, de cultivar el encantamiento del universo, de cuidar de la vida, de venerar el misterio del mundo, de elaborar un desarrollo con la naturaleza, y no contra ella, de alimentar el esprit de finesse para balancear el esprit de géometrie.
Lo femenino -porque obedece a la lógica de lo complejo y porque naturalmente es inclusivo- representa el único camino para la humanidad, para un planeta sostenible y para la convivencia pacífica y solidaria entre el Norte y el Sur.
La introducción del principio femenino representa un desafío al paradigma machista, cuyo desarrollo y práctica técnico-científica implicó el dominio, la destrucción, la violencia, la expropiación de la mujer y de la naturaleza, hoy considerados superfluos. El principio femenino propicia una economía política de la vida, devuelve importancia a la naturaleza, rescata el sentido de la Tierra como Gran Madre, superorganismo vivo, Gaia y Pachamama. Él se transforma en un camino no violento de interpretación y transformación del mundo, en un refuerzo de todos los procesos sinergéticos que respetan la diversidad y que en ella buscan convergencias que interesan a todos, el bien común humano y sociocósmico.
El hombre que llama e integra su dimensión de ánima, incorpora, junto a su vigor, la ternura; junto al trabajo, la gratitud; junto a la razón, la emoción; junto al logos, el pathos y el eros. Él emerge más humano, relacional y libre de las cadenas que lo deshuminazan y deshuminazan a la mujer y la naturaleza. Ahora, diferentes y juntos, pueden construir el ser humano de forma más dialéctica, dinámica, y abierta a nuevas y sorprendentes síntesis.
Copiado de: http://grupelho.con/textos/principiofeminino.htm
NOTA:
LO QUE LOS HOMBRES NO PERMITIERON A LA MUJER VIVENCIAR Y EXPRESAR FUE JUSTAMENTE SU DIMENSIÓN DE ÁNIMA...
En este texto tan correcto y lúcido de un gran hombre que hace justicia y trae luz a uno de los aspectos más complejos y difíciles de nuestra sociedad de hoy, yo sólo estoy en desacuerdo en un punto, e insisto en destacarlo porque me parece un "error" grave... Cuando él dice en esta frase: "Los hombres recalcaron su dimensión de ánima y no permitieron que las mujeres realizaran su dimensión de ánimus." Yo pienso que lo que sucedió fue, que los hombres favorecieron en la mujer la identificación excesiva con el aspecto de su ánimus...y no con el aspecto del ánima, no estoy de acuerdo; para mí es precisamente lo contrario de lo que él afirma. Porque de esa manera fue como las mujeres desarrollaron su aspecto masculino, y hoy en día pocas mujeres son verdaderamente femeninas, y lo femenino que vemos en las películas y en las modas - su estética - es lo femenino que los propios hombres inventaron y que no pasa de ser un mero travesti de la verdadera mujer, y ellos a su vez también se travisten, cuando su lado femenino se manifiesta en exceso.
La cuestión como dice el autor nada tiene a ver con géneros pues "Necesitamos traspasar esa visión excluyente y entender la sexualidad en un nivel ontológico, no como algo que el ser humano tiene, sino como algo que él es".Y me desvío al igual que él, de esa posición "de la ideología del género, sexista, basada en el sexo biológico, que construye social y culturalmente a las categorías de lo masculino y de lo femenino de forma dualista y excluyente." (Rosa Leonor Pedro)
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