Hay algo que siempre comentábamos con mis compañeras de talleres, en la Escuela de Arteterapia. Mientras transcurrían las actividades -nos embadurnábamos las manos de témpera, cola vínílica, arcilla o bailábamos e improvisábamos personajes insólitos que aparentemente dormían en algún lugar de nuestro interior- perdíamos la noción del tiempo. Más de una vez, y con tono de broma, decíamos que los días que cursábamos entrábamos en otra dimensión, en el universo paralelo, en el túnel del tiempo pero sin tiempo.
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Y hace poco, comenté con mi amiga Andy:
En estos días, leyendo una novela en la que toman algunos conceptos de psicología gestáltica, volvieron a aparecer estas dos apreciaciones con un sentido integrador. En el texto se habla de esto, del encuentro. Explican los autores que para que exista, debemos estar presentes. Presentes con todo lo que esto implica y no como diría la canción "yo te pongo la cara y me voy". Presentes, entendido como estar AQUÍ y AHORA de la manera que soy, de la forma que me siento y no de la forma que debería estar de acuerdo al persona y a la circunstancia que me rodea. Para que haya encuentro, además de estar presentes, tenemos que ser PRESENTE (no pasado, no futuro).
¿Cuántas veces puede lograrse eso en estos tiempos que corren y tras los cuales vamos corriendo todos nosotros como el perro que quiere morderse la cola?.
Y sin embargo, ahora comprendo que eso es lo que sucedía en esos talleres y lo que sucede casi siempre en los talleres de Arteterapia.
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