Jovita: una serie de hechos desafortunados

En esta ocasión pongo esta nota de El Universal sobre Jovita Acosta Chávez, quien es acusada de la muerte de su pequeña hija. Pero hay muchas irregularidades en el tratamiento de su caso. Será condenada por este desafortunado fallecimiento que ella no ocasionó. Mariana Coronel Acosta perdió la vida a los seis años y ocho meses. Nació en el poblado michoacano de Ciudad Hidalgo, con parálisis cerebral, en medio de una familia humilde que gana menos de cuatro salarios mínimos diarios. Fue la menor de cinco hermanos. Su padre, segunda pareja de su progenitora (quien la parió en su propia casa pues no alcanzó a llegar a un hospital), abandonó el hogar días después de nacida. Le gustaba comer de todo. Le encantaba el yogurt, las frutas y en particular las bebidas "gatorade". Tras un esfuerzo económico de la familia, recién le habían comprado unas plantillas y unos zapatos ortopédicos para continuar su desarrollo dentro de la terapia motriz que recibía desde los siete meses de edad. Implicaba una nueva etapa en su vida: sostenerse en pie por sí misma y abandonar la silla de ruedas, que no era de su agrado. Su naturaleza era inquieta, por lo que el mayor gasto en ella representaba la compra de pantalones, pues los rompía con facilidad cada que podía, y que se lo permitían, andar a rastras por su casa. "Me llamo Jovita Acosta Chávez, tengo 49 años y el 16 de este mes cumplí un año seis meses de estar encerrada aquí, por la muerte de mi hija Mariana, que ahorita tendría poquito más de ocho años, y que por eso me detuvieron los judiciales, me llevaron al Ministerio Público y desde que entré a sus oficinas ya no fui libre". El 16 de octubre de 2008, cerca de las tres de la tarde, Marianita fue encontrada, según el testimonio de su mamá, ahorcada, encima de su cama. Jovita relata que debió dejarla sola por 10 minutos --lo cual, afirma, evitaba a toda costa-- ante la necesidad de atender un pendiente. Fue llevada inmediatamente con un doctor. "Todavía estaba calientita", refieren familiares que estuvieron en el sitio minutos después. El médico, entonces, dictaminó que ya no podía hacerse nada, y enseguida llamó a agentes ministeriales para detener a la madre, quien desde ese día permanece sujeta a un proceso judicial para dictaminar si cometió el delito de filicidio (muerte dada por un padre o una madre a su propio hijo), del cual la acusa el perito criminalístico del caso, José Antonio Gómez Gómez. --¿Usted está aquí (en la pequeña cárcel municipal de Ciudad Hidalgo) acusada de matar a su hija? --La mera verdad no sé de qué me acusan, yo creo que sí, por eso he de estar aquí. Según el Código Penal del estado, Jovita podría alcanzar una pena de 20 o hasta 40 años de prisión, pues el filicidio, delito que le imputan, es considerado como grave por las leyes locales. El próximo jueves será la audiencia final en la que el juez penal de primera instancia del distrito judicial de Hidalgo dictará su sentencia. "Nunca me gustaba dejarla sola" Las coincidencias fueron desgraciadas, según se percibe al escuchar a Jovita cuando relata los hechos. Con un infinito sollozo, acompañada de hondos suspiros que le permiten tomar aíre para continuar la entrevista, narra lo que pasó la tarde de aquel día. "En esos días mi niño José Manuel (de 9 años de edad en ese entonces) estaba en la preparación de su primera comunión y confirmación. Mi hija Ana Gabriela (hoy de 23 años) trabajaba en una tienda y todos los días salía a las tres de la tarde. Ella lo llevaba a la iglesia que está cerquitita de la casa, pero ese día tuvo que hacer inventario y no pudo salir. Al niño le tenían que tomarle el rezo para ver que tan avanzado estaba, pues ya estaba cerca su primera comunión. Dejé a mi niña en la cama, ella padecía síndrome (de Down), no caminaba ni hablaba, y me fui corre corre a dejar a mi niño a la iglesia, pues nunca me gustaba dejarla sola. "Ya lo dejé (al niño) y le dije a la maestra que no iba a poder ir por él, pero José Manuel ya se sabe el camino, y ya voy de regreso cuando me dice uno de mis primos que se me estaban quemando los frijoles, pero ni caso le hice porque me urgía darle de comer a Mariana. Entré a la cocina y ya le llevaba su plato de sopa cuando entré a nuestro cuarto y vi que mi niña estaba en cunclillas, atorada con la cortina de encaje que teníamos". "'¡Hija de mi vida!, ¿qué hiciste?', le grité con la desesperación del mundo. Jalé la cortina y con unas tijeras la corté. Ella antes jugaba mucho con esa cortina pero nunca pensé que le fuera a pasar eso, ella le encontró un agujero y metió su cabecita en ella, y como le daba por ponerse trapos encima y dar vueltas, me imagino que eso pasó, que se dio varias vueltas y se enredó". Jovita se dice inocente. "Estoy aquí por algo que no cometí", pronuncia con la firmeza necesaria que sirve para apuntalar el resto de su presunción de inocencia. "¿Van a creer que yo anduve llevando a mi criatura a las terapias, tres veces a la semana en su silla de ruedas? ¿Cree que va uno a llevar a sus hijos con sacrificios a que se curen para después matarlos?", exclama la mujer, quien apenas sabe leer y escribir. Acaso el único "beneficio" de permanecer reclusa han sido las clases recibidas: "Aprendí algo pa' leer y escribir, tantito, lo suficiente pa' entender". --¿Qué piensa de que la puedan declarar culpable? --¡Qué puedo decir! Aquí me tendrían. Yo no debo nada. ¿Cómo uno de padre va a matar a sus hijos? No sé si hay madres que lo han hecho, pero yo jamás le haría daño a mis hijos, a mí me dolieron, los defendería con carne y uñas, no sé porqué (la autoridad) piensa eso, yo jamás le he hecho daño a alguien. --Dicen que uno de los dolores más grandes en el mundo es que un padre entierre a sus hijos, y sabemos que a usted no le permitieron acudir al entierro de Mariana. --No sabe cuánta tristeza me da no haber estado con mi hija en sus últimos momentos. Pero ahí está un Dios que todo lo ve y que todo lo sabe, y que fue una de malas que pasó y si ese era su destino... La recuerdo mucho, tengo presente desde el día que nació, me alivié en la casa, porque no me dio tiempo de ir al doctor, y ya sólo una partera la arregló. --¿Le tiene algún reproche a Dios por la forma en que pasaron las cosas? --No. Él sabe porqué pasan las cosas. Yo le rezó para que me permita volver a ver a mis hijos. Ellos son la única causa por la que no me dejo caer, porque ellos me necesitan. Mis hijas vienen todos los días a dejarme un taco, a ver cómo estoy. José Manuel ahorita muy desorientado, es el más chico. Si Dios quiera que salga, una de las primeras cosas que voy a hacer es ir a rezarle para agradecerle. Mis hijas no quieren que regrese a la casa para evitar que me duela, pero siento que debo ir, porque siento que ahí está el espíritu de mi hija, y que si no voy, ella va a pensar que no quiero verla. "Los días son muy tristes y muy largos aquí. Quisiera que rápido pasara el día. A las cinco me despierto. A las ocho nos sacan. Lavo trastes, lavo el baño. Después tejo, punto de cruz hasta que anochece. Me acuerdo mucho de Mariana, yo creo que la recordaré toda mi vida". La entrevista termina pasados 50 minutos. Antes de la despedida, Jovita muestra su celda, una habitación de 16 metros cuadrados que comparte con tres internas más. Nadie tiene acceso a los medios de comunicación, no hay radio, no hay televisores. Las manos al fuego Enterados de la visita de este medio, cerca de una veintena de familiares y vecinos aguardó a la salida de la cárcel para expresar su amplio apoyo a Jovita, y que por ella meten las manos al fuego. Las vecinas son las primeras en tomar la palabra. La que menos tiempo tiene de conocerla refiere 10 años de antigüedad. "Ella nunca dejaba solos a sus niños. Lavaba y yo la veía con sus hijos a su lado, se desvivía por ellos, y siempre andaba movidita", afirma Guadalupe Segura. Otra vecina, Guadalupe Gómez, asegura que "es una mamá muy responsable. "¡Ya se tardó mucho la justicia en descubrir la verdad!, que fue un mero accidente". Sin embargo, las hermanas de Jovita son las más emotivas al declarar: "Hemos sufrido mucho. Las personas que pusieron todo mal en su expediente hicieron el mal. Ella no debe nada, Dios los juzgará. Fue una de malas que le pasó, a Él le consta que ella hizo hasta el último, toda la lucha. Y después los judiciales la aventaban como Cristo cuando la llevan a encerrarla, fue muy duro. Seremos muy pobres. ¡pero no somos matones!", dice en medio del llanto María Elena Acosta, una de sus tres hermanas. Josefina Acosta, la hermana mayor, con 78 años de edad, secunda: "¡Estamos desesperados!. Mi hermana es inocente, yo le aseguro que ella nunca hubiera hecho eso (asesinar a la menor). Navegó con la niña casi siete años como para hacer eso". @ ESPERA SENTENCIA ¿Por qué Jovita ha esperado año y medio la sentencia? Su defensoría responde: "El peritaje criminalístico auxiliar de la averiguación previa, realizado por el perito José Antonio Gómez Gómez, se realizó siete meses después de ocurridos los hechos, ello debido a que el perito no quería presentarse a realizar las diligencias, incluso desacató al menos cuatro ordenamientos para que se presentara". Sus conclusiones, junto con las del médico que practicó la necropsia, señalan que la niña habría sido ahorcada con el cable de una plancha, versión que no concuerda con el peritaje realizado por los forenses de Morelia. El juez ordenó la entrada de un tercer perito en discordia en noviembre pasado; sin embargo, su dictamen (también favorable al testimonio de Jovita) tardó en emitirse, porque se atravesaron periodos vacacionales, y porque pidió la aportación de más pruebas. "Todo ello ha propiciado que los tiempos se alarguen más de lo legalmente establecido para estos casos (un año)". La Comisión Regional de Derechos Humanos de Ciudad Hidalgo tomó el caso de manera gratuita, luego de conocer los detalles del proceso y de enterarse del fraude de 23 mil pesos que sufrieron los familiares de Jovita, ya que una abogada anterior les había "garantizado" su libertad. Los actuales defensores advierten una serie de fallas que vician el caso: la escena de los hechos no se preservó; el levantamiento de indicios se realizó siete meses después del suceso; el dictamen criminalístico está basado en supuestos y probabilidades, en lugar de certezas científicas, como se aprecia en el inciso séptimo de dicho dictamen y que reza: "La causa que originó la muerte de la menor Mariana Coronel Acosta probablemente se debió a la lesión producida en el cuello por manera de ahorcamiento...", aunado a que el peritaje criminalístico no fue hecho de manera colegiada (como lo marca el Código de Procedimientos Penales); ni se aportan elementos para sustentar el indicio de asesinato sobre la niña. No obstante, a favor de Jovita se encuentran los peritajes médico-forenses colegiados. Los doctores Carlos Guzmán y Salvador Luna concluyen que la versión de Jovita empata con las lesiones encontradas en el cuello de la menor; a la vez que desechan totalmente la hipótesis de que el ahorcamiento de Marianita fue hecho con el cable de una plancha, toda vez que las laceraciones detectadas en su piel no corresponden, sino a las producidas por una tela. A esto se suma el estudio médico psiquiátrico, el cual emite que Acosta Chávez "no muestra elementos de agresividad o peligrosidad en su estructura mental, la suya es una personalidad sana. Actualmente atraviesa por un estado de duelo debido a la muerte de su hija Mariana, estado que hace evidente la experiencia subjetiva de una pérdida. La ausencia de duelo es característico del acto homicida". Incluso, el tercer peritaje en discordia, emitido por el doctor Francisco Sámano, concluye que la muerte fue "accidental" y ratifica la similitud entre la declaración de la inculpada y los elementos físicos y de prueba aportados por la defensa, además de que desecha la teoría del ahorcamiento intencional, provocada por un cable. Para el próximo jueves, el juez penal de la primera instancia del Distrito Judicial de Hidalgo citó a las partes involucradas y así llevar a cabo la audiencia final dentro del expediente 119/2008 por el delito de filicidio en contra de Jovita Acosta Chávez.

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