¿Vives cargando la vida de otros?
Una de las características más notables de la Nueva Energía es el
énfasis en la necesidad de asumir totalmente la responsabilidad por
la propia vida. Esto implica muchísimas veces... dejar de hacerlo
por la de los demás.
Diferenciando la compasión y el amor, encuentro que la mayoría de las
personas hallan propósito, consuelo, distracción, culpa,
gratificación, de todo un poco, en esto de tomar los asuntos de los
otros en sus manos. Hace unos años, una mujer vino a terapia porque
no daba más, aguantando estructuras que ya no eran soportables. Me
dijo que lo hacía "por su hija". Le dije que así no funcionaba la
cosa, que tenía que hacer un cambio por ella misma. "Ah, no, si es
por mí, yo me pego un tiro, a mí no me interesa nada, yo no valgo el
esfuerzo".
"Ya no sé qué hacer por él/ella" es otra frase repetida. Cuando les
digo: "Nada, no hagas nada", se sorprenden o, más aún, se
escandalizan. Tienen que hacer algo: proporcionar dinero; hacer de
niñera o mucama; escuchar quejas y lamentos continuos; atender en
enfermedades; ocultar situaciones: esto es común en las mujeres con
sus esposos con respecto a los hijos: "él no se tiene que enterar de
esto porque se enfurecería o le daría un ataque cardíaco o lo que
sea", de esta forma no sólo se transforman en la que carga con los
secretos sino también en la que tiene el control emocional de la
familia.
No sé muy bien de adónde salió esta compulsión (seguramente algún
mandato religioso), pero no sirve a nadie. En primer lugar, no sirve
a quien pretendemos ayudar. Los volvemos débiles, necesitados,
vagos, inseguros, aprovechados. Les sacamos la oportunidad de
resolver por sí mismos lo que desean, de lo que son capaces, lo que
saben, lo que son en definitiva. Nunca averiguan cuán fuertes,
sensibles, motivados, inteligentes, creativos podrían ser. Y, varias
veces, terminan resentidos por tanta ayuda: se sienten en una
posición humillante, son los que "no pueden".
¿Por qué no nos sirve a nosotros? Porque, al estar ocupados en los
demás, no nos ocupamos verdaderamente de nosotros. Alimentamos las
excusas perfectas: no tenemos tiempo, dinero, ganas, sentido. Por
otro lado, eso nos coloca en una posición "superior", somos los
buenos, los que saben, los que ganan puntos en el Paraíso. Y algo
fundamental: nos salva de sufrir. Si el otro no sufre porque le
evitamos el sufrimiento, nosotros tampoco sufriremos. Es una
ilusión, por supuesto. Esta construcción inconciente termina
cayéndose e igual tenemos que vérnosla con lo que deseamos evitar.
Entonces, ¿por qué no cortar con esto ya? Primero, tenemos que tomar
conciencia de este juego. Aunque tendemos a estar en una u otra
posición (somos los dadores o los recibidores) , alternamos los dos
de acuerdo a las personas o las situaciones. Una buena reflexión es:
¿qué obtenemos en una y otra variable?
Dije juego. Seguramente, leíste que vivimos jugando juegos, pero...
¿los conoces? Me pasa con algunos pacientes que, cuando comienzo a
revelarlos, aparecen las resistencias, los enojos, las
incredulidades. Es lindo leer acerca de ellos, pero no es tan lindo
verlos en acción. Estamos tan identificados con ellos, tan apegados,
que enseguida reaccionamos emocionalmente defendiéndonos o
excusándonos. Sin embargo, tenemos que conocerlos para poder
soltarlos y vivir plenamente. Si no eres feliz, si estás sufriendo
en algún aspecto... ¡estás jugando un juego!
Otro aspecto es que nos encanta el drama. En realidad, no sabemos
vivir sin la adicción al dolor, al sufrimiento, a la lucha, a los
problemas. Así es "sentirnos vivos". Cuando recién comencé a
estudiar, me di cuenta de que no sentía el cuerpo a menos que me
doliera o me molestara. No sabía lo que era simplemente estar en él,
percibir las múltiples sensaciones y estímulos, disfrutar
placenteramente, estar en paz. Ahí, concienticé que eso mismo me
pasaba a nivel emocional y mental. Ocuparnos de los problemas de los
otros (o sea, sumarlos a los propios) nos da suficiente combustible
como para varias vidas de drama y dolor.
Parece un poco duro... ¿Sabes?
Tienes que despertar del sueño de "pobre humano" y empoderarte
como "humano divino". Toma esto como el principal objetivo para el
nuevo año. ¿Qué necesitas? Confiar en ti (en la parte divina de
ti), que te abrirá los caminos. Tienes todas las herramientas que
precisas. No hay nada más grande que tú. Deja de poner la mirada en
el afuera y mira dentro de ti (lee el blog). Ocúpate de tu propia
felicidad y creatividad y así contribuirás a las de los otros. Pon
compasión en las interacciones de los demás, tanto como en las
tuyas. Eres un ser maravilloso, digno de toda clase de abundancia.
Dios te ha creado para expandir su amor y creación.
(Desconozco Autoria)
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