Y SENTI EL DOLOR

Y SENTI EL DOLOR Como cada día me desperté con bastante cansancio por la noche de desvelo que había pasado por cuidar el llanto de mi pequeño hijo, jalé las cobijas que pesaban tanto y baje el primer pie a la orilla de la cama y apenas tocaban mis dedos el frío de aquellos cuadros que conforman el piso de nuestra recamara, cuando su voz me termina de despertar al preguntarme, con un tono irónico que ese día descubrí me molestaba bastante, “¿no tengo ninguna camisa disponible de esas nuevas que compre en Liverpool la semana pasada verdad? Y ¿sabes? En el trabajo ya me apodan el arrastrado, por aquello de que mis pantalones no están a mi medida y tocan el piso al caminar, pero bueno pues me pondré lo que haya”. No conteste nada y solo paso por mi cabeza “hace días que quiero arreglar esos pantalones y las camisas no las he podido planchar, pero el tiempo se pasa tan rápido y hay tantas actividades que se quedan solo en mi mente, si no son los niños es el súper o el aseo de la casa o la ropa en la lavadora o asssh! Recoger todo lo que se encuentra tirado en el piso, la sala, la cama, el baño y todas aquellas áreas de uso común que más bien parecen mi recamara de soltera pues solo yo tengo la obligación de ordenarlas, pero bueno hoy si lo voy a hacer al medio día que los bebés tomen su siesta. Y el jamón?”. Cuando vuelvo a la realidad ya me encuentro en la cocina y el café se termina de hacer mientras los huevos están en la sartén, pero al preparar el lunch de mi esposo me doy cuenta de que no compre el jamón la noche anterior, ¿y ahora qué hago? Solo un beso al aire y largos pasos hacia la calle cuando él se va a trabajar, corriendo con el café en la mano y unas tantas cosas en la otra, nuevamente se quedo la chamarra tirada en la puerta, el plato en el desayunador y un montón de recipientes con moho que trajo de días anteriores. En fin a seguir el día. Al llegar a la planta alta me esperan un par de pañales por cambiar y las pijamas por quitar, una cama alborotada y las toallas por doquier. Llego al baño a orinar, mientras lo hago pienso en mi día y todo lo que tengo que hacer, jalo el inodoro y me encuentro lavando mis manos con aquel jabón antibacterial de la mejor marca y el mejor precio que encontré, cuando al levantar la cabeza y ver el espejo, solo logre ver en mi cara esos ojos tristes y aquel brillo agotado y los labios deshidratados; me miré Y SENTI EL DOLOR por primera vez. Continúa…

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