Seguimos inmersos en las terribles noticias de hombres y mujeres que trastornados por el odio, lo celos y posesividad terminan matando o destruyendo la vida de una persona a la que dicen amar. El amor mismo, en su condición de tal tiene dos elementos complejos. Un elemento que reclama para sí mismo al objeto de amor y deseo, pidiendo exclusividad en el vínculo, pero sabiendo y siendo consciente que esto se da en un plano simbólico y no en la persona como cosa, como propiedad.
El otro elemento es el del crecimiento y desarrollo de la persona amada, que busca promover su crecimiento y uno disfrutar del mismo.
Pero en medio de esta frontera se pueden meter situaciones patológicas y trastornos mentales que debemos aprender a reconocer y llamarlos por su nombre, sin miedo, sin tapujos, y no vestirlos de amor.
Estos trastornos son serios y severos y van desde la alteración del pensamiento, que se transforma en la celotipia, pasando por la obsesión, haciendo alarde del más puro sadismo, hasta trastornos de personalidad psicopáticas. Todo esto envuelto en la palabra amor
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