Dormir ha sido siempre uno de los dos mayores placeres en mi vida (el otro lo dejo a su imaginación). Sin embargo no siempre logro disfrutar el sueño al máximo, casi siempre algo se interpone y me impide deleitarme con mis ocho (me encantaría que fueran doce) horas de sueño diarias. Si no es uno, es otro de los siguientes intrusos:
• El insomnio: Desde niña siempre he tenido mucha dificultad para conciliar el sueño. Cuando no consigo quedarme dormida a pesar del cansancio, me rehúso a dar vueltas en la cama, entonces me pongo a ordenar por colores la ropa del clóset o los libros por tamaños o los cds por alfabeto. Y cuando soy afortunada y logro quedarme dormida a buena hora, en dos horas seguramente despertaré para quedarme con ojos de huevo cocido por lo menos un par de horas de madrugada.
• Los problemas para despertar: El insomnio me convirtió en una persona “nocturna” y me cuesta demasiado trabajo despertar por la mañana. ¿Acaso el sonido electrónico más horrible del universo no es el despertador? Jamás he logrado hacer lo que la gente normal: apagarlo y levantarme de la cama. ¡Me da una flojera inmensa!
• Los calambres: ¡Qué tal esos bastardos a media noche! Te despiertan de golpe con un dolor intenso, no te los puedes quitar, mueves la pierna como sea, te sobas, te volteas y nada, no se van. ¡Y qué tal un brazo entumido que te despierta cuando ni lo sientes, ni lo puedes mover!
• Los cólicos menstruales: ¿Me creen si les digo que en esas noches de dolor me quejo dormida? Me han dicho que duermo gimiendo toda la noche “mmmggghhhjjj”.
• Los ronquidos: A todos nos despiertan los ronquidos de nuestro compañero cuando son muy fuertes. Pero es falso que sólo la gente con sobrepeso ronque, ¡yo soy una flaca que ronca! A veces en medio de mi sueño me pregunto “¿qué es ese ruido?” y sí, son mis propios ronquidos. Otras veces me despierta el dejar de respirar o un horrible dolor de garganta seca por respirar por la boca.
• Los vecinos: Todavía no logro saber por qué todos los sábados, ¡todos!, unos vecinos que tengo hacen pachangas con tremendo sonido. He tenido que recurrir a tapones para los oídos.
• La sed: Confieso que uno de los peores hábitos que tengo y que disfruto enormemente es cenar frente a la tele de vez en cuando un paquete de salami y una bolsa de papas. Lo hago a pesar de saber que dos vasos gigantes de agua no me librarán de despertar a media madrugada con una sed de náufrago.
• El frío o calor: ¿Qué tal esas veces que te destapas porque tienes tanto calor que estás sudando y después de un rato despiertas como loca buscando las cobijas porque ya te estás helando?
• Las lucecitas: Si llego a abrir los ojos y en la oscuridad veo el foquito azul del celular, el amarillo de la compu o el rojo del dvd, empiezan mis pesadillas: una nave espacial está aterrizando en el estacionamiento de mi edificio y de ella bajan horribles especímenes a acabar conmigo y mis vecinos… ¡aaayyy!
• Las ganas de ir al baño: ¡Cómo me enfada tener que interrumpir mi plácido sueño para hacer pipí a media noche! De nada sirve ir antes de dormir, pues por lo visto a mi cuerpo le gusta desalojar más líquidos a media madrugada.
• Las pesadillas: Creo que mis peores sueños son los que me hacen despertar y darme cuenta de que llevo toda la noche soñando con una preocupación que traigo en la vida real, a la cual le sigo dando vueltas aún dormida.
• La persona que duerme con uno: Puede ser que acapare más de la mitad de la cama, que jale las cobijas, que se mueva constantemente, que te dé un codazo…, es decir, que duerma como niñito.
• El sonambulismo: Pido perdón a quienes he despertado con mis locuras de media noche, como aquélla en que di un salto de la cama al suelo y con el golpe desperté y asusté a mis padres por soñar que me iba a atropellar un tráiler en la carretera. También pido disculpas por todas las veces que he hablado, reído o cantado dormida, frikeando a quien estaba junto a mí.
• Los terrores nocturnos: Es el peor trastorno del sueño que sufro. Despierto súbitamente, grito, salto de la cama, siento angustia, taquicardia. Pasa cada vez que tengo un sueño recurrente en el que me quedo atrapada en una cueva o bajo escombros o tierra, y la ansiedad me ocasiona estos despertares violentos. Una pseudopsicóloga deficiente me indicó tomar antidepresivos, lo cual no viene al caso. Un amigo me recomendó hacer ejercicios de respiración antes de dormir, los cuales siempre olvido. ¿Qué hacer para dejar de sufrir estos despertares de madrugada tan angustiantes?
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