Ser una persona positiva no es tan difícil como se piensa. Sólo hay que aprender a mirar la vida y sus claroscuros con las gafas mentales adecuadas. En lugar de soñar con la ausencia de problemas o adversidades, hay que estar preparado para cuando lleguen. El secreto para vivir en clave positiva está en cada uno de nosotros.
Enfrentarse de manera positiva y esperanzada a lo que nos depara la existencia día a día, no sólo ayuda a vivir más feliz y hacer felices a quienes nos rodean, sino también a vivir más años, según estudios recientes.
Algunas investigaciones en la Universidad de Yale, en Connecticut (EE.UU.), sugieren que el optimismo puede alargar la existencia, tanto o más que otros factores del estilo de vida recomendados habitualmente por los médicos, como hacer ejercicio, no fumar, beber con moderación o mantener controlados el colesterol sanguíneo y la tensión arterial.
Pero, ¿cuál es el poder real de una actitud positiva ante la vida? ¿Cómo hay que enfrentarse a las situaciones con buen ánimo cuando éstas invitan a todo lo contrario? ¿El optimista nace o se hace? Y lo más importante y práctico: ¿Se puede aprender a cultivar un talante más alegre, a desarrollar esa energía interior que “puede con todo y todos”?
En muchas culturas orientales y occidentales, y diversas tradiciones filosóficas y corrientes místicas, se elogia y recomienda la práctica consciente del optimismo vital y de una actitud positiva, como causa y consecuencia de una gran sabiduría, del logro de una mayor eficacia en los propósitos que se persiguen, y de una importante madurez emocional y mental.
El psicopedagogo Bernabé Tierno, en su libro "Optimismo vital" ha elaborado el retrato-robot de una persona que lleva el optimismo dentro, y a quien conviene imitar, si se quiere vivir más plenamente.
Quienes reúnen las siguientes características, son más felices y capaces de poner “al mal tiempo buena cara”:.
• Inteligencia y perseverancia.
La persona que cultiva el optimismo vital mantiene la actitud de aguardar que le sucedan cosas buenas y gratificantes porque entiende que los acontecimientos positivos guardan relación con el esfuerzo y dedicación personales.
• Prefiere la constancia a la “buena suerte”.
Tanto la adversidad como los “golpes de buena fortuna” son factores ajenos a la persona y que escapan a su control. Para alcanzar el éxito es preferible centrarse en valores como la tenacidad, el entusiasmo, el esfuerzo sostenido y la dedicación.
• Los infortunios son pasajeros.
La persona optimista confía en poder superar las adversidades, en sacar lecciones de los golpes de la vida y en salir con más experiencia y felicidad e incluso reconfortada, de cualquier circunstancia adversa, incluso aunque sea crítica y extrema.
• Es preferible ser práctico y realista.
Seguir un camino claramente definido, proponerse metas concretas, sencillas y asequibles, tener “los pies sobre la tierra” y conocer bien lo que se quiere conseguir, son otros “abonos” para el optimismo.
• Vivir “aquí, hoy y ahora”.
Hay que ser consciente de que el auténtico bienestar procede de las situaciones más corrientes que nos depara el día a día, y de vivir y disfrutar el presente, sin preocuparse del ayer ni del mañana.
• Aceptar con calma lo que llega.
Aprender a resistir y doblarse sin romperse, ante los traumas y desgracias, como sucede con el junco, que se inclina ante la fuerza del viento pero después vuelve a su posición inicial, es otra de las claves del optimismo vital.
Para el optimista, las situaciones dramáticas le brindan una oportunidad de crecer y fortalecerse como persona.
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