Por un momento imaginemos que vivimos en un lugar donde todas las mañanas, al salir de nuestra casa para dirigirnos al trabajo, recibiéramos múltiples saludos de buenos días por desconocidos con caras sonrientes y llenos de energía. ¿No sería una gran forma de iniciar el día?
Que al llegar a algún lugar público, alguna persona te ofreciera gentilmente su asiento por el simple hecho de estar embarazada o que al cruzar una calle algún conductor cortésmente cediera el paso para que las personas crucen la calle tranquila, sin prácticamente correr de un extremo a otro, imagina que al llegar a algún lugar, un caballero te sostenga la puerta para entrar al recinto.
Y me preguntó: ¿No eran estas normas de conductas básicas de generaciones anteriores? ¿En qué parte del camino de la vida se perdió tanta amabilidad? ¿Desde cuándo ceder un asiento se interpretó como un comportamiento tonto, en lugar de ser un acto honorable?
Y, es que como padres, queremos que nuestros hijos sean hombres de bien. Pero en algún momento hemos dejado atrás ciertas prácticas que los hacen ser niños y futuros adultos diferentes, dignos de admiración. No será que la vida agitada nos ha llevado, a cada uno, a poner nuestras prioridades sobre los otros olvidando que vivimos en una sociedad? Te invito a que como padres, rescatemos juntos estas pequeñas enseñanzas y construyamos una sociedad más tolerante.
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