otra oportunidad

Averiguar qué falló en la anterior relación debe ser el paso previo para establecer un nuevo compromiso afectivo sin repetir los errores que condujeron a la ruptura. La segunda vez que nos comprometemos en una relación matrimonial somos portadores de una historia afectiva que nos determina. Arriesgarse a amar de nuevo implica disponer de los recursos psicológicos necesarios para enfrentar los conflictos de la propia biografía afectiva e intentar escribir otra con un nuevo guión. Algunos temores son lógicos cuando se establece ese segundo compromiso afectivo. La ruptura del primer matrimonio exige un trabajo de duelo para que la primera pareja deje de ocupar el lugar que tuvo. El segundo encuentro provoca interrogantes acerca de la relación anterior y el futuro de la actual. "¿Por qué se separaron? ¿Por qué se unieron? ¿Me querrá a mí de otra manera? ¿Será diferente esta vez?". Estas preguntas aparecen para calmar los miedos que se tiene a repetir algo de lo sucedido en el pasado. La nueva pareja ha de atravesar algunas situaciones complejas, porque el cónyuge actual debe aceptar que hubo antes otra persona ocupando ese lugar. En ocasiones, los hijos de la anterior relación pueden colocarnos en situaciones de exclusión que evocan la que vivimos en la infancia, dentro de nuestra propia familia, al vernos obligados a aceptar que no estábamos incluidos en todo lo que nuestros padres hacían. De este modo, el juego de identificaciones con las figuras parentales, que determinó en cierta medida el fracaso en el primer matrimonio, también influirá en el segundo si no se han elaborado los afectos y los deseos que hicieron romper el primer lazo conyugal. Volver a empezar Amar y ser amados es inherente a la condición humana. Es importante saber que una ruptura puede ser el primer paso para escapar de una biografía emocional conflictiva. Siempre podemos tener una segunda oportunidad, pero para ello hemos de ser generosos con nosotros mismos, preguntarnos qué nos pasa e interrogarnos sobre nuestra participación en el fracaso vivido. De este modo, nos concederemos la posibilidad de cambiar. Cuando la persona se da permiso para sentir todo lo que un desengaño le ha promovido (rabia, dolor, desamparo, tristeza) y remueve en su pasado para entender lo ocurrido, está preparando el camino para despedirse de su pareja actual y volver a tener una relación amorosa. Cuando la animadversión desaparece, porque las identificaciones con el otro se han aclarado, queda más energía disponible para volver a amar.

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