Una cosa es segura en la vida: que cambia constantemente. Justo cuando todo parece marchar a la perfección puedo enfrentarme súbitamente a un desvío.
El cambio puede hacer que me sienta inseguro, pero mi confianza se recupera rápidamente cuando pongo la situación en manos de Dios.
Al recordarme que Dios está a cargo estoy aceptando esta verdad:
el cambio contiene las semillas de algo que enriquecerá mi vida.
El cambio no es algo que deba temer.
Simplemente significa que, por el momento, tomo un rumbo diferente.
Cuando sé que Dios me acompaña en cada circunstancia, miro el cambio con expectativa.
A medida que aprendo a aceptar de buen grado el cambio, me resulta más fácil dejarme llevar por él. Sé que Dios está a cargo y que todo marcha bien. El orden divino trae cambios constantes a mi vida.
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