Uno no sabe a ciencia cierta si esa maldición asmática que esconden siempre las primaveras se debe a ese hervir de la sangre que desde lo más profundo del corazón comienza a circular locamente por las venas, o es quizás ese aire de plan renove que toma nuestra propia existencia influida por el rebrotar de la naturaleza, el suave deslizar del hielo derretido sobre las montañas hacia el valle, cubierto ya de las primeras flores, y el zumbido dulzón de las abejas libando sus beldades en el aire tibio... Lo cierto es que con ella nos llega un ímpetu que se disfraza de laxitud no pocas veces, y que entre estornudos de polen nos aleja del frío invernal y nos acerca hacia un nuevo florecimiento anual que sólo tendrá lugar si supimos conservar la semilla durante el invierno; como una nueva etapa de la vida, buscamos entre nuestro bagaje interior esa caja de herramientas precisas para poder construirnos otra vez, con el mismo primor con el que la naturaleza construye su espacio. Y es entonces cuando nos enfrentamos a una nueva y difícil tarea de renovación espiritual. Quemamos rastrojos, limpiamos el jardín del alma de los malos recuerdos y lo abonamos con tierra fértil de sueños. Comienzan a derretirse nuestros hielos, renovamos los anhelos, regamos con la esperanza y nuestras semillas empiezan a germinar nuevas flores de ilusión. Y así, un año más, se cumple también la consagración de la primavera en nuestro espíritu.
Bienvenida primavera,mi estacion favorita,mi espiritu se alegra y mis huesos se calientan,al igual que las plantas siento que mi alma se rejuvenece.
Pido a Dios que me de salud,para disfrutar de ella…
Os deseo que la primavera os llene de alegrias,con todo mi cariño
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