El órgano de la felicidad

El órgano más importante para la felicidad es el cerebro. Su peso no alcanza a un kilo y medio, y no obstante, contiene alrededor de diez millones de células. Es la masa de materia más compleja del universo, más enigmática, la nueva frontera y quizá la última, en la exploración humana. Este aglutinado semi-sólido es actualmente foco de interés de los científicos, quienes se asombran por los descubrimientos en sexualidad, drogas, hipnosis, meditación, sueño, estados alterados de conciencia, control del dolor, distorsión temporal, telepatía, estrés, psicodélicos, etc. El cerebro puede llegar a ignorar el dolor, alucinar, tener un orgasmo, crear, aprender, olvidar, y emborracharse. La razón por la que no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos es porque sabemos previamente dónde vamos a hacernos cosquillas y ello cancela el estímulo, el efecto a producir. El cerebro anticipa y anula. Hay varios centros de placer en el cerebro y no existe un único centro de dolor, a menos que se considere a toda la masa encefálica como usina de sufrimiento. Algunas células cerebrales están más activas durante el sueño que durante la conciencia de vigilia. Antonio de Saint-Exupery consideraba que son “demasiado los que no han despertado”. Y el Talmud enseña que el sueño es la propia interpretación que hacemos del sueño. El místico afirma que si las puertas de la percepción estuviesen abiertas, el hombre se daría cuenta de que es infinito, que la realidad toda es una, y que no hay otra cosa más que un grandioso baile electrónico, bello y trascendente. Es el cerebro el que capta y expresa tanta hermosura y significación. También es el que puede permitirnos, o no, alcanzar la felicidad.

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