La vida cada día se nos presenta con diferentes matices: algunas veces la alegría es tanta que no sabemos ni podríamos describirla, otras veces pueden ser momentos de mucho dolor, desesperación, incertidumbre, confusión… e incesantemente buscamos respuestas. ¿A dónde se van todos esos sentimientos? ¿Existe el olvido, la resignación o un lugar en donde preservar los momentos felices? El ser humano es capaz de desempañar diferentes roles en la vida, nos convertimos muchas veces en la acusadora, acusada, juez y jurado de nosotras mismas; decidimos casi sin pensar en ello, en ser el camposanto de nuestras propias emociones, enterrando en nosotras mismas grandes amores, seres amados que se nos adelantaron en el viaje sin retorno.
Los “expertos en el comportamiento humano” han realizado muchos estudios, para encontrarle la respuesta científica al motivo de nuestros sufrimientos prolongados,
encontrar respuesta al porqué no somos capaces de aceptar que el que se fue ya no regresa y el que murió ya no revive. No somos capaces de aceptar que la vida, los amores, el sufrimiento y los momentos de gran felicidad llegan a su fin, no somos capaces de enfrentar la vida sin esas personas que han sido una parte fundamental de nuestras vida y que ya no están con nosotras, no somos capaces de aceptar que la vida sigue para el que se queda, llámese muerte, divorcio o separación, y que tenemos una obligación con nosotras mismas de seguir viviendo, de seguir llevando una vida, si no feliz y sin sobresaltos, por lo menos una vida tranquila.
Muchas mujeres se resisten a resignarse por la pérdida de un gran amor, aunque también hay hombres que se alimentan del recuerdo de lo que no pudo ser y si fue ya lo perdió, no desechan los recuerdos que les atormenta y se siguen negando el derecho de volver a vivir, de renovar de buscar cosas nuevas en la vida.
Nunca encontraremos de nuevo las cosas o personas que hemos perdido, aunque nunca olvidaremos algunos nombres, si olvidaremos gestos y sensaciones que su presencia nos producía, por que sabemos, aunque no lo aceptemos, que el llanto de ayer lo sustituye la risa de hoy, porque la noche queda cubierta por el día, al sol lo cubrirá la luna, pero mañana, siempre hay un mañana, habrá mas sol, mas luna, mas luz y mas oscuridad.
El amor nunca muere, nunca se olvida, ni el amor de pareja ni el amor de nuestros seres amados que ya no están con nosotros. El amor se renueva día a día con otras cosas que ocupan nuestra vida y tiempo, cosas que pueden darnos alegrías y tristezas.
Pero lo más importante es que siempre estamos intentando seguir con los sueños que quedaron en suspenso, intentamos recrear lo que nos enseñaron nuestros padres. La vida está llena de momentos, los momentos que ayer vivimos ya no están. Los tenemos, nos recreamos y nos sentimos plenos, porque los podemos tocar, podemos mirar a los ojos de los que amamos y nos aman,
pero se nos escapan esos hermosos momentos como agua entre los dedos, y tratamos de recrear esos momentos, de recapturar esperanzas y sueños de volver a vivir los instantes en los que por mandato de la vida misma, los vivimos y fuimos felices.
Nos angustiamos por lo que se va, por lo que ya no tenemos, pero aun en esos momentos en que la tristeza, parece que nos consumamos en los remolinos de los recuerdos. El dolor es un recordatorio de que aún tenemos un corazón que late y se nutre con el aire que respiramos, el canto de las aves, un abrazo, la palabra del amigo, el beso de quien amamos… después de todo, lo malo también le da sabor a nuestra vida, nadie nos prometió una vida eterna de alegría sin llanto, después de todo, ¿qué sería de la vida si no tuviéramos grandes obstáculos que superar?
El amor no muere, sólo duerme; después de todo nos hace vivir de nuevo, en cada camino, en cada etapa de nuestra vida, en cada paso, siempre, siempre tenemos amor para alguien más, aun siempre recordamos a quienes ya no tenemos con nosotros. Vamos, subamos a la cima mas alta del cementerio de los recuerdos y los sufrimientos, hagamos el viaje imaginario y llevemos una flor con amor para posarla en ese amor que no murió, ante ese alguien tan amado que sí murió pero que seguimos amando. No más llantos sin risas, no más tristeza si alegrías, están allí, porque estuvieron, porque nos amó y nos ama, porque les amábamos y les amamos.
Sustituyamos la ausencia con amor, el amor que nunca muere, el amor que llegó y se quedó, el amor de quien se marchó hacía otra dimensión, aun que no los veamos en ningún horizonte, aunque no podamos tocarlos o verlos. Visitemos las tumbas imaginarias con amor, con el amor que no morirá jamás.
¿Tú qué opinas? ¿Podemos recordar sin dolor y sin odio?
Con el cariño y respeto de siempre:
mariona
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