DESNUDÈMONOS
Con todo mi amor y respeto
a la voz de una amiga invisible
en una noche de insomnio
en el infierno carcelero.
Transforma en fantasías mis ilusiones. Una vez más, soy victima de los imposibles del destino. El silencio de tu ausencia es una barrera inexpugnable. Con quimeras, has construido un utópico paraíso, donde los versos brotan encapsulados dentro de profilácticas imágenes y metáforas límpidas, como la piel transparente de tu espíritu, etéreo como la carne de un ángelus. La luz de tu arco iris, le ha obsequiado colores a la gama de grises de mis paisajes. Ahora mis sueños tienen sabor a ti, mis deseos son menos absurdos a pesar de nacer sin aurora, pero noche tras noche su ardor es más despiadado conmigo.
Intenta reemplazar con sensaciones reales, a los ensueños fantásticos de mis perversas visiones. Se que pienso y actúo como un viejo hombre poco evolucionado, anal y mediocre. Me siento víctima de la ironía del destino, de la tecnología o de un absurdo modernismo, que despedaza nuestro sosiego poniéndonos frente a los ojos tentaciones imposibles de complacer. Enséñame a conocer el amor tántrico, para escapar de las garras de la desesperación. Has un om para que mi infelicidad sea menos dolorosa.
Desnudémonos. Comencemos a abrazarnos suavemente, con abracitos de osos y peluches; con mimos tiernos, medianamente cálidos, un poquito atrevidos como todo lo amoroso, pero inmensamente respetuosos, porque conocen el arte del seducir con irreverencia, hacia la placidez plena y hasta conquistar el añorado sosiego. Sintamos el reflujo de las olas tibias del viento, refrigerando con su aliento tropical y con su delicioso sabor a brisa marina, un poquito la temperatura de nuestra anhelante sangre, sazonada con trocitos sutiles de tímidos deseos. Besémonos despacito, con pasos lentos y bien calculados, porque la noche podría ser nuestra o seria una hermosa forma de creer, que le pudimos robar un poquito de tiempo a nuestros destinos. La realidad es cruel y por eso: te pido que cierres los ojos y no voltees a mirar hacia atrás, porque el pasado y algunos conceptos anárquicos, terminan en la mayoría de las ocasiones, castrando momentos que podrían haber sido: ¡Inmortales!. Regalémonos una noche de placidez y delirios, como si hubiéramos regresado a nuestros pasados y cada uno hubiese podido reencarnar con sus particulares oraciones, a ese ser inolvidable, a ese Gran amor insepulto, cuyo nombre y recuerdos llevamos tallados en el puesto inaugural de apasionadoras recordaciones, por la gratitud de nuestras propias manos.
Desnudémonos. Besémonos despacito y con prisa, para no darle oportunidad a un inesperado arrepentimiento o que nos separe un inoportuno imponderable. Digámonos cosas tiernas y cariñosas, que nos permitan viajar hacia los paraísos de las eróticas fantasías. Toquemos nuestros cabellos. Arranquémonos esos pensamientos perversos y descabellados, mundanos y cuyos hedores a veces nos confunden o nublan la formas del contemplarnos, frente a los espejos de agua de la naturaleza pura. Despeinémonos. Deshojémonos, haciendo de la intimidad un hermoso ritual de liberación y goce. Acariciemos nuestros cuellos, para podernos desenganchar de esas absurdas cadenas o dolorosos nudos que nos atan a miedos, a absurdas angustias, a temores que nos impiden dar pasos y disfrutar con plenitud la vida, cual libertos cimarrones con alas y con fe en un Ser Superior. Besemos nuestros cabellos, nuestras frentes, las cuencas de nuestros ojos… las narices… nuestras mejillas, mentones y pechos… reservemos nuestros labios, para después de haber acariciado y observado la belleza desnuda de nuestros cuerpos. Coqueteémonos con seductoras posturas, actitudes y hasta con el tono de esas frases amorosas, que van poco a poco perdiendo su timidez y se van deslizando sobre nuestras pieles, guidas por las lazarillas manos de nuestras miradas… estos son algunos de los instantes más hermosos y sublimes del amor… Este es el ritual que nos corrobora, que el amor es más un arte religioso, que actitudes del instinto animal…
Desnudémonos. Percibamos y embriaguémonos con los aromas, de todas las partes de nuestros cuerpos. Deseo que sintamos nuestro calor, vivamos con intensidad el temblor de nuestros deseos. Démonos todo nuestro amor, en porciones precisas. Abriguémonos con los sentimientos de nuestras pieles. Se que no es fácil vivir y sentir las pasiones del amor, cuando se despiertan los instintos cariñosos de la naturaleza; más cuando todavía me habita demasiado del viejo hombre y aún veo de una manera anal o demasiado carnal a la belleza del cuerpo humano. Deseo vivirte y sentirte entre mis manos, despertar del ensueño con olor a ti en mis dedos y que el regusto me compruebe, que no fue un sueño-pesadilla o un desencanto más en el vidorrio destino. Vivamos la pasión desbocada de la ternura. No es fácil el desapego de nuestras afecciones, para que nuestros espíritus se puedan entregar, hacerse concesiones o permisividades inimaginadas. Amémonos al ritmo sutil de las ondas de las olas, que poco a poco van pasando de tormenta a huracanadas embestidas. Amémonos sin limitantes ni miedos, pero sin invaginarnos para solo satisfacer nuestro hemisferio animal, como las bestias ciegas que se aparean para intentar escapar de sus infiernos. Amémonos cual corceles de mar, ninfas… o como las sirenas que celebran sensuales rituales en el templo al amor en el corazón del piélago…
Desnudémonos, para que nos podamos festejar en donde y como lo deseemos. Agasajémonos y obsequiémonos con pasión, tibieza y con esa benigna calidez que ansían y necesitan nuestras almas. Mimemos nuestros cuerpos, sin pensar ni un minuto, si existirá para nosotros un mañana. Vivamos con pasión el hoy y el hora, porque el pasado son cenizas y el futuro es incierto. Acariciemos nuestros vientres… recurramos a la imaginación o a esos pequeños truquillos que nos permiten delirar, con sus inocentes perversidades mágicas de brujería blanca o de diablillas locas… puedes jugar con un cubito de hielo, una pluma… algo sutil que nos permita disfrutar de sensibles sensualidades… Deslicémonos hacia nuestras piernas… besemos nuestros pies cual ritual holocaustico de humildad y mensaje subliminal de una entrega total, plena hacia unas pequeñas muertes. Dejemos que todos nuestros besos sean de ternura, inspiradores, cancerberos… Sintamos el uno al otro cálido y húmedo. Tomemos iniciativas sin esperar insinuaciones, para que el otro alcance las estrellas o como me enseñó una amiga a tocarlas con las puntas de los dedos; sintámonos y disfrutémonos como un delicioso postre con frutas exóticas. Tócame como desees y déjame ensoñarme o alunarme mientras te toco… mientras te descubro toda… mientras me embriago de ti y me enajeno como todo amante cuando se aluna, con la hermosura de los colores del alma y del cuerpo de su pareja… observémonos… Toquémonos… olfateémonos… besémonos… disfrutemos de la música de las palabras amorosas… embriaguémonos con nuestra saliva… ardámonos… prostituyámonos pero sin hacernos el más mínimo daño en todo sentido.
Desnudémonos, hasta empalagarnos con el dulce almíbar de la complaciente locura; como cuando de adolescentes nos disipábamos devorándonos a besos como caníbales osculadores, en despedidas que se eternizaban. Humedéceme y pruébame, como experta catadora de mostos y conocedora de los laberintos secretos de las cavas del diablo. Sé que ansiamos sorber la miel del amor, antes que el ciclo natural de los procesos amatorios las pausterice, con nuestros sedientos y dipsomanos labios. Abramos nuestras piernas para que podamos capturar todo el calor de nuestra pasión y así podamos comulgar una vez más con la naturaleza y razón natural de la vida. Dejemos que nuestros sexos se acaricien con suavidad y ardor. Permitámosle a nuestras ingles que se inciten y exciten con la sapiencia de la tibieza de la memoria, de esas lenguas que solo expresan, sienten y traducen las palabras silenciosas del amor, tras el velo celestino de las sombras y la mudez del silencio autista de las paredes o de algunos testigos invisibles.
Desnudémonos. Desatémonos para siempre de las cadenas invisibles. Retengámonos ente nuestros brazos hasta deshacernos y licuarnos, como si nos hubiésemos fundido con el calor de nuestros apasionados cuerpos. Dejemos que nuestras almas se gocen, derritiendo nuestras carnes. Sabemos que el delirio nos disuelve o nos deshace, sin destruir las profundas propiedades de nuestros valores o principios. Derrítete y piérdete en mis manos, amor mío. Este es el delicioso juego del amor y la razón mas profunda y sincera de la entrega amistosa. Deseo sentir viva a tu carne. Hazme creer que te retendré eternamente entre mis brazos. Cree que soy y que seré tuyo para siempre. No rompamos la magia del hechizo con preguntas necias o promesas tontas, que nunca cumpliremos. Gocémonos y besémonos como si supiéramos que vamos a morir mañana. Dejemos que el caudal del amor brote como afluentes, raptando sobre la pubica amazonía. Es espuma de mar y savia de la naturaleza, el vino embriagador que se bebe de nuestros cálices. Siente cual miel mi semen, mientras que la saliva de tu polen deja que mi lengua se apodere corsariamente, de la mariposa esquiva de la ardiente rosa de los suspiros. Es primavera, amor mío, como son todas las noches de amor que liberan a las luciérnagas de sus clepsidras.
Desnudémonos. Dejémonos morir y revivir con los perturbadores, maníacos y excéntricos besos fálicos y pùbicos. Escapémonos de las cárceles de la carne y regalémosle a nuestros espíritus una noche de desmesurado libertinaje. Encarcelémonos con el deseo y hablemos sin el más mínimo celo, para hacer realidad a algunas de nuestras fantasías y que no queden navegando a la deriva, como necias propuestas, hasta que se disuelvan entre la bruma del olvido. Deslicémonos cual serpientes sobre nuestras pieles y apareémonos como ellas. Embriágate con los cristales simientes de tus versos, como si el delirio te hubiese alcoholizado. Inclinémonos frente al amor, cuantas veces sea necesario, así cien veces cien sea poco y rebajémonos hasta revolcarnos sobre el mismo fango si es preciso, para podernos relajar y sentirnos mas humanos, despojados de los disfraces y de las absurdas mascaras que tenemos que manipular o vestir algunas veces… por no decir que casi siempre. Deja que el macho se yerga hasta erizar tu piel, porque esa es su naturaleza: ser empalador varilarguero. Mira como el deseo transforma al amor en pájaro… en canto. Vuélvete sirena, musa o diosa como Atenea o Hera, transfórmate en amorosa mujer, en cariñosa o mimosa esposa, en apasionada hembra, en ardiente compañera, enloquécete hasta el amanecer, hasta que la trasnochada aurora encienda las luces… y dejes de ser cariátide de mis perversidades.
Desnudémonos. Simplemente te escribí para proponerte: que nos desnudemos. Enséñame a desnudarme a tu manera y déjame instruirte con algunas lecciones a la carrera, sobre como desnudarte a mi manera.
Héctor “El Perro Vagabundo” Cediel
Bogotá 2009-04-24
Hcediel1@hotmail.com hcediel@yahoo.comCARTAS PUESTAS EN EL BUZÒN DEL AZAR.doc
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