Cuando se vive “de cerca” la ruptura de una pareja, muchas veces se puede observar en ella, en la mujer, una dependencia que asusta y mucho. Esta dependencia vas más allá de la necesidad económica o sexual que pueda provocar la ruptura.
Supongo que la baja autoestima o/y la sucesión de fracasos amorosos, puede llevar a tener un trastorno de la personalidad y por tanto la mujer idealiza a sus parejas, se muestra sumisa y dependiente emocionalmente.
Lo más preocupante es que ahora, al quedarse sola, se encuentra a merced de cualquier desaprensivo que se cruce en su camino, porque además si esta mujer es joven y de buen ver, muchos “buitres” se le acercan porque creen que es presa fácil (y lo peor es que en muchos casos no se equivocan).
¿Me pregunto cómo se llega a este punto?
Es estupendo amar a alguien y ser feliz con su felicidad, pero no hasta el punto de impedir que nos realicemos, que seamos independientes, autónomos, libres y felices.
Toda esta dependencia no será miedo a la libertad?
Yo creo que sí. Desde pequeñas aprendimos a permanecer en un segundo plano, a aguantarnos, a someternos en cierta forma al universo del varón.
Luego están las películas de princesas, en las que cuando aparece el príncipe, se arregla hasta lo que ya no tiene solución. El llega y con su amor en forma de beso rescata a la princesa de la muerte y después son felices... Y la cultura de Elena Francis. Tantas tardes, generaciones de mujeres españolas oían como su deber era callar, comprender, resignarse... etc. y además ponerse una mascarilla de pepino y preparar una rica y nutritiva cena para cuando llegase su maridito.
No nos damos cuenta de que casi todo lo que nos contaban es mentira?
¿Cuántos personajes femeninos principales hay en los cuentos, dibujos animados, libros..., pero de los que hacen cosas importantes o simplemente hacen algo que no sea esperar al príncipe azul ese que lo arregla todo, todo y todo?
Reflexionemos muy seriamente sobre nuestro papel cultural, fuera de intentar adecuarnos a un mundo de hombres, por imitación. Yo no quiero ser un hombre. Jamás seré uno de ellos. Soy diferente, quiero reivindicar mis diferencias y crear un mundo que sea de ambos, pero no quiero ser una princesa.
Reflexionemos sobre nuestra vida, sobre nuestro yo, aprendamos a conocernos, a estar seguras de lo que nosotras queremos y a manifestarlo sin miedo. Siendo sinceras, sin manipulaciones y desde luego sin culpas.
Sólo así podremos desarrollarnos como seres independientes, libres y sólo así con mujeres libres, seguras, independientes, podremos vencer el maltrato. Podemos hacerlo todos poniendo cada uno su granito de arena diario.
Amar SI. Depender NO.
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