Este día es especial por que aún podemos respirar, porque aún no hemos sido destronadas del dominio de la vida, y porque aún podemos ver los rayos del sol, escuchar la sonrisa de los niños, saborear la sabiduría de los viejos, y porque podemos y debemos actuar, y hasta darnos el lujo de comparar nuestras formas de amar.
La mujer nació preparada para amar de mil maneras, y su ternura exquisita en el alma también la provee de capacidad suficiente para poder asimilar cuando sólo podemos querer algo o a alguien con amor filial o fraternal.
En este marco, el tema de hoy va enfocado directamente hacia aquellos sentimientos que no podemos cuajar de la forma en que algunas personas quisieran, o nos lo requieren y hasta nos lo exigen casi a gritos, manipulando de cierta manera los límites que muchas veces, es prudente mejor mantener al margen.
Me refiero enfáticamente a aquellas conductas ajenas que nos duelen más allá de la piel. ¿A cuántos chantajes sentimentales nos hemos tenido que enfrentar en la vida?, a muchos seguramente. Y muchas veces es tanto el dolor de nuestro corazón, que no sabemos cómo reaccionar, cómo responder, cómo actuar, porque no hemos aprendido a ser asertivas, no nos atrevemos a pronunciar esa palabrita tan pequeñita que se llama: “NO” que nos pueda salvar de muchas angustias, lágrimas, tristezas y sinsabores.
Las mujeres en su mayoría nos convertimos en seres “Siístas”, nos aglutinamos en la rutina diaria de responder a todo y a todos con la palabra: “Sí”, aunque por dentro el corazón nos grite: “¡Dile que no!” ¿Por qué somos tan débiles?… Tenemos derecho a decir: ¡NO; LO SIENTO, NO PUEDO!
Hay miles de hombres que se atreven a declararle su amor a una mujer, a humillarse, a rebajarse con tal de conseguir ser o sentirse amados. Se arrastran, se dejan destrozar por conseguir de la mujer una migaja de amor. Y es que el amor amigas queridas, no sabe de frases rimbombantes, sino de una sencilla entrega.
Pero cuando la mujer no siente maripositas en el estómago por aquel hombre, ni escucha campanitas tañendole en el corazón, ¿Por qué no agradecerle su bello gesto y comunicarle la verdad? ¿Por no lastimarlo? ¿Por no herirlo? ¿Por no frustrarle ni coartarle sus ilusiones? Bueno; es comprensible… ¿Pero será justo para nosotras tener que fingir un amor que no sentimos, sólo por darle gusto al otro?
Nos quedamos tan mal con nosotras mismas cuando escuchamos esos: “Te amo mujer”, “Quiero que seas mi novia”, “Estoy enamorado de ti”, “Cásate conmigo” o, “Vénte a vivir conmigo, el otro no tiene por qué saberlo”, “Si no puedes amarme yo te espero toda la vida”, etc.
Pero la única verdad mis corazonas de luz, es que en esa angustiosa espera se nos van muchos trocitos de vida, porque al corazón humano no se le puede exigir, ni mucho menos ordenar con las manos en la cintura: “Ámalo, ¿qué no ves cuánto está sufriendo por ti?”, “Correspóndele, mira cómo se te humilla, ¿no te da lástima?”, “No importa que no lo quieras, ya aprenderás a amarlo”, “Inténtalo, a la mejor llegas a quererlo”, ¿Pero cómo aceptar a alguien sólo por compasión?… ¡Eso sería algo más injusto para ambos!, ¡Un crimen moral!
Pero lo que muchas veces el corazón de la mujer no sabe, ni quiere darse cuenta, es que tiene que cargar con dos dolores juntos a la vez, con dos problemas simultáneos: “El no poder amar a quien tanto nos ama”, y tener que seguir amando secretamente a quien no nos ama, o a quien no le interesamos como mujer”
¿Por qué tenemos que amar a quien no le interesamos como mujer?, y ¿Porqué siempre nos ama más esa persona que no nos interesa como pareja? Qué paradójico suena todo ésto. Pareciera un juego de niñas ingenuamente pretenciosas, pero no lo es. El amor y sus sentimientos no son un juego del que podamos disponer a capricho y antojo.
Entonces, yo me pregunto: ¿Tenemos derecho de lastimar engañando a quien no amamos diciéndole: “SI, VOY A ANDAR CONTIGO PORQUE ME QUIERES”, cuando en realidad de verdad, en el fondo del corazón, seguimos amando al otro que ni siquiera voltea a vernos.
¡Qué difícil es tener que decidir a veces!, ¡Qué tremendos líos se nos forman solitos en el corazón que se niega a renunciar a la esperanza!
Pero una cosa es cierta amigas queridas: ¡Al corazón no lo podemos engañar!, o nos decidimos de una santa vez por todas a decir: “NO”, o tendremos que cargar el resto de nuestras vidas con un remordimiento más de conciencia de vivir una doble vida que por supuesto nos robará sagazmente toda la paz interior.
Es mejor aprender a decir: “Te necesito porque te amo”, y no “Te amo porque te necesito”, aprendamos a reconocer la enorme diferencia, y tengamos el valor para rescatar de lo más profundo del corazón… ¡La alegría íntima de haber sido sinceras, aunque nos duela el alma, más allá de la piel!
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