al valor de una mujer maltratada

Dedico este poema con profundo respeto a la madre y a todas las mujeres maltratadas en cualquier lugar. Sólo tienen que abrir las alas para echarse a volar... Mujer que has sufrido de insolentes amagos y de púrpuras tatuados sin pedirlo en tu rostro. Que has probado el salitre de tu propia sangre en el labio violado por mísero puño. Cuyo escudo de entonces fueron sólo las manos —palomas voladas en raudo aleteo—. Mujer que volaste haciéndote al aire. Dejando atrás el magro espectro de efímeras, balbucientes maldicientes y vanas promesas. Mujer enorme y gloriosa del tamaño de un planeta. Tus brazos se hicieron recios al bregar de la contienda dando siempre de tu centro la energía y la nobleza que fue infundiendo en tus hijos un sentido de grandeza para la madre que amante y sin alarde o vergüenza demuestra que los ovarios son cojones tigresa.

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