Rafa Reséndiz
Con el seño fruncido y con sus dos pequeños a su lado, Rita esperaba en la oficina del Ministerio Público le explicaran por qué habían detenido a Rubén, el padre de sus hijos. Después de viajar por dos horas desde la pequeña población en que la vivía con Juana, su madre, en una sencilla vivienda de ladrillos y palmas, la menuda Rita estaba hastiada y cansada. Y quería, exigía respuestas y no se iba a ir sin obtenerlas.
Tres años atrás, aprovechando la ausencia de Juana, con determinación Rita busco los labios de Rubén, hombre de campo que no sabía otra cosa que sembrar la tierra y que fácil podría ser su padre. Aún así, él respondió a los besos y caricias de la pequeña y sin remedio la hizo suya.
A partir de ese momento los encuentros carnales entre ambos fueron constantes, siempre a espaldas de Juana, quien jamás imagino que su propia hija fuera capaz de arrebatarle a su hombre, en quien había encontrado cierta estabilidad, cariño, comprensión y, lo más importante, sustento, luego de que su primer esposo murió a manos del marido de una de sus amantes.
No paso mucho tiempo y una tarde, Juana regresó intempestivamente a la pequeña casa y encontró a los amantes en el lecho. Su reacción no se hizo esperar. Fuera de sí grito, aventó los pocos trastos que poseía, quiso golpearlos, pero el 1.70 de Rubén fue un muro que no pudo derribar. Fuera de sí los corrió de la casa, los maldijo.
Blanca como el algodón, Rita miraba los ojos desorbitados de su madre que de no ser por los brazos de Rubén la hubiera alcanzado y sólo Dios sabe que hubiese pasado. Como pudo se vistió y con una entereza propia de una mujer madura, enfrentó a Juana y a boca de jarro le soltó: “Rubén me gusta y no me importa lo que pienses, él ha sido mío muchas veces, y lo seguirá siendo”.
Sin entender del todo lo que había escuchado sin oír, Juana siguió luchando por zafarse de los brazos que la sostenían. Así pasaron los minutos hasta que se rindió y dejo de forcejar. Fue entonces que Rubén la soltó y sin despejar la mirada de los movimientos erráticos de su amante la siguió hasta que ella se dejo caer en la silla de madera junto a la mesa.
Se meso los cabellos, golpeo la débil mesa que se tambaleaba a cada puñetazo y poco a poco dejo de llorar y con el antebrazo se secó las lágrimas del rostro. Fue entonces que espetó a su hija y dijo: “¿así es que te gusta Rubén y no te importa lo que yo piense? Perfecto, ahora ¿qué propones, que me vaya, que los deje solos?”.
-No, por supuesto que no quiero que te vayas, respondió rápidamente Rita.
-¿Entonces?
Lo que a continuación escucho la dejo fría. Con esa seguridad con que buscó las caricias de Rubén, Rita le propuso a su madre compartir el cariño de ese mulato.
No podía dar crédito a lo que acababa de proponerle su hija, repartirse a ese hombre que por más de 5 años había sido solamente de ella, que la mantenía a ella y a sus dos hijos, Rita y Pedro, hijos de su difunto marido.
Pudo más la necesidad y la ignorancia y Juana terminó por aceptar el trato. A partir de esa tarde de octubre Rubén tendría que convivir bajo el mismo techo con sus dos amantes.
Desde entonces todo parecía transcurrir con “normalidad” en ese “hogar”, en esa “familia” muy sui generis. Rita se embarazo en dos ocasiones y Juana siempre le auxilio en las labores de una madre primeriza, al fin y al cabo eran sus nietos. Y Pedro, su pequeño de 8 años de edad, tendría con quien poder jugar.
Hoy Rubén es acusado de violación estatutaria en contra de Rita, que apenas tiene 15 años de edad, lo denuncio un tío de la pequeña que después de tres años se decidió a dar parte a las autoridades.
Mas para la niña-mujer no hay nada malo en querer a Rubén a pesar que sea amante de su mamá. “Él nos cuida, nos procura, siembra las tierras allá en la casa, nos da para comprar comida, para ropa y zapatos, cuida a mis hijos y a mi hermanito”.
Esa es su angustia, su temor, que si encarcelan a Rubén, no tienen a nadie más a quien recurrir.
Por fin, llega la ministerio público e invita a Rita a pasar a otra oficina, ahí contara a detalle su historia y está dispuesta a suplicar para que les devuelvan a Rubén, su sustento.
*Basado en hechos reales
Comentarios
Muy buena historia, gracias.
La realidad de las cosas es que vivimos en tiempos dificiles donde se han perdido los valores morales, donde no destinguimos lo malo y creemos que todo lo que hacemos esta bien, estas personas perdieron el respeto a si mismas y que pena porque estan implicando a màs persinitas, en fin si que es de reflexionar.
Que historia… me deja sin palabras, pero al mismo tiempo no puedo creer que esto pueda suceder. Sin embargo hay que tomar en cuenta que los horizontes para las personas en zonas marginales son muy reducidos y evidentemente sus expectativas de vida y futuro son de igual forma.
La mayoría convive con un grupo muy reducido de gentes y en estos mismos entornos es donde llevan a cabo su socialización y enlaces familiares.
No sé que más decir, me quede estupefacta.