SIMONE DE BEAUVOIR Y YO…Y LAS MAESTRAS

El centenario del natalicio de Simone de Beauvoir, mujer de grandes talentos, nos proporciona un marco inmejorable para reflexionar en torno de sus enormes contribuciones intelectuales; no sólo en sus importantes reflexiones de carácter filosófico y político, sino, desde luego, como mujer, de letras, de ideas esclarecedoras, de conclusiones y resoluciones fundamentales para mirar a la mujer y al hombre.Se trata de mirar a Simone de Beauvoir, justamente como una mujer que logró ensanchar la brecha no solo del análisis de ese gran entorno, amplio y diverso que es el mundo de las mujeres, sino que también constituye un referente que enriquece la discusión en torno de la equidad de género, de las libertades, de la participación y la convivencia afectiva y honesta entre hombres y mujeres.Que sea este centenario de nuestra Simone, puerto de partida para que, como mujeres nos podamos mirar sin cortapisas, ampliamente, con el obsequio de fijarnos mundos mejores para todos, de establecer el universo femenino como insustituible de la generosidad, la fuerza, la inteligencia y la esperanza. De ahí venimos las mujeres, de ahí somos y el trabajo fecundo de nuestra Simone, mujer, nos los ha enseñado.En función de tales reflexiones creo que es menester intentar rescatar la riqueza de la aportación intelectual de Simone desde los más diversos enfoques. Esa razón me permita tratar enfocar la obra de Simone desde el mundo de las mujeres que por diversas circunstancias estamos inmersas en la educación, pero sobre todo de la educación de las niñas y los niños, en la temprana infancia.Apunta Simone de Beauvoir en su ensayo fundamental, el segundo sexo, sobre la importancia de educar a las niñas en la autonomía como una forma de liberarse de la opresión. Se trata de una conclusión impecable, que nos obliga a mirar esta acción desde una mira de mayor profundidad y por supuesto desde una actualidad viva y fundamental: las condiciones de las mujeres maestras, las que educan en la infancia, sus vivencias, sus experiencias de opresión y liberación.Es imposible pensar en niñas educadas para liberarse de la opresión como nos orienta Simone, sin contar con las historias de las mujeres maestras, relatos, sucesos, rutinas, actividades que se han ido construyendo sobre bases accidentadas, cientos de contratiempos y el peso de estereotipos y roles que han coartado sus expresiones.No todo se ha sido batalla perdida, muchas han sido las victorias, que no pueden ser contadas sin el tesón propio del espíritu femenino y el apoyo filosófico. La aportación en la obra de Beauvoir , también nos ha permitido, a quienes estamos en el mundo educativo, contar con las herramientas sustantivas para dar la pelea y superar los escollos y mitos machistas impuestos para mutilar las esperanzas de nuestras niñas y sembrar, de forma paralela, una formación egoísta en nuestros niños.Me pregunto en estas circunstancias múltiples, desde el mundo de la pedagogía, una buena cantidad de dudas y puntos de inflexión; pero siempre observo que el gran punto de arranque sigue siendo la gran duda clásica: ¿Qué ha supuesto para mí el hecho de ser mujer?Esa es, desde luego, una primera gran pregunta esclarecedora, que en su compleja sencillez nos incita a un universo vasto. Simone se pregunta en una especie de juego dialéctico simple, pero de proporciones sustantivas: ¿Cuántas mujeres nos hemos hecho esta pregunta? ¿Cuántas la hemos respondido? ¿Cuántas mujeres hemos trascendido la vivencia de ser y asumirnos como mujeres más allá del azar y la condición biológica de nuestro género?Pongamos esta pregunta en el contexto de la profesionalización del quehacer de las maestras, con sus naturales conflictos. Contexto en donde ha permanecido, en algunos sitios incluso de manera inmutable por desgracia, la idea de que es condición natural del sexo femenino educar; pero no por sus cualidades intelectuales sino por la pertinencia masculinizante de ofrecer una simple prolongación del espíritu materno.Desde luego que ser mujer no nos provee de dones exclusivos para la educación, como tampoco nos convoca a plantear la labor docente como la gran vía profesional de la mujer.Es fundamental romper con el mito de la vocación por género y reconsiderar el valor y capacidad de los hombres en el desarrollo de la tarea educativa infantil. Es fundamental también ejercer una visión práctica que incorpore en las mujeres maestras y los hombres maestros en el preescolar la meta básica: educar para evitar la opresión. Educar para formar mujeres y hombres libres, respetuosos de la libertad del otro, compañeros, constructores de relaciones sociales justas y equitativas.La lectura de Simone y su segundo sexo es una lectura obligada para el gremio de las maestras, es una obra que se debe debatir, analizar, discutir, poner en acción en el ámbito magisterial, porque es aquí en donde se encierra la posibilidad de ampliar y diferenciar la cosmovisión de quienes educamos a las niñas y a los niños.Simone y las maestras (y yo), debemos caminar en una ruta práctica de conocimiento. Eduquemos sin enseñar limitaciones ni reproducir prejuicios. Es preciso terminar con el sexismo en la enseñanza y el primer sitio donde debemos comenzar es en la educación preescolar. Ahí es donde debe sembrarse la educación para impedir todas las formas posibles de opresión.En este campo educativo es donde estamos en potencia de generar miradas diferentes, más equitativas, más igualitarias y democráticas, porque se trata, no lo perdamos, de que nuestras limitaciones como maestras no sean en consecuencia, también las suyas.La visión de Simone es de amplios horizontes democráticos. Sí, su gran referente fueron las mujeres, pero logró profundizar de tal manera sus reflexiones que ella misma cita que “si pretende seguir siendo una mujer plena es porque también quiere abordar al otro sexo con un máximo de oportunidades”.Se trata de ir en contra de la educación tradicional de niñas y niños, de la obediencia en sí y por sí misma, se trata de luchar por el establecimiento de nuevos esquemas educativos en los que no sólo las niñas, sino también los niños, desde la infancia, tengan acceso a la elección del tipo de personas que desean ser, “el tipo de conocimientos y habilidades que desean adquirir y el tipo de mundo en el que desean vivir, al lograr la igualdad de condiciones…” (Hierro, G.2002:95)Educar para combatir cualquier forma de opresión, es hacia donde nosotras las maestras debemos mirar con conciencia plena esta formulación, pero se trata de una mirada que obligue la acción. Al final, a las maestras y a mí, Simone me convoca a ir a la educación de nuestras niñas y niños con la firmeza clara de que “más allá de sus diferencias naturales los hombres y mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad”.De esto se trata la aportación de Simone a la educación, de esto se trata el patrimonio intelectual que el magisterio debe rescatar, hacer vivo, llevarlo a los pupitres de nuestras niñas y niños. Las maestras y yo, le debemos a Simone una vía para que la educación en verdad nos permita a todos ser mejores.Concluyamos de forma clara y directa, como una forma de honrar el estilo de nuestra Simone, que la mejor forma de ennoblecer nuestro ejercicio docente cotidiano, es educando día con día el espíritu de cada niño y cada niña como una aspiración a que vivan en un mundo menos hostil, menos violento, a partir del reconocimiento del otro, como su par. Una educación libertaria y fraterna.Rosalba Santos Marínez
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Comentarios

  • Hola María, te agradezco tu tiempo para leer lo que comparto.... te dejo mi dirección de blog para que también participes en él http://policultur.blogspot.com/
    Gracias y saludos.
    PD mi mail es eltouareg@hotmail.com
  • GRACIAS POR CADA UNO DE TUS ARTICULOS, FELICIDADES.
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