Si te pregunto cuál es tu historia, seguro darás muchas vueltas en tu cabecita y no sabrás si tu historia familiar, laboral, de amistades, de amores y desamores, de proyectos, de logros, de decepciones, de alegrías, de tristezas, frustraciones o de infinidad de cositas que te vengan por este momento a tu cabeza.
Desafortunadamente, a lo largo de nuestras vidas hemos aprendido que nuestra historia es lo que nos da nuestra identidad y que gracias a ella somos quienes somos en la vida. Si nos ponemos a analizar un poquito nuestras historias, creemos que ellas son quienes nos definen en esta aventura de la vida. Sin embargo la gran mayoría de ellas tienen un gran peso en nuestra vida porque nos han contado que tiene que ser de una forma o simplemente porque nos han enseñado una manera de cómo contarlas. Muchas de nosotras no nos hemos hecho conscientes que la manera en cómo contamos nuestra historia podrá cambiar todo en nuestras vidas.
Una de mis historias favoritas y que durante mucho tiempo me hizo perder el camino de mi valor como persona y me dejó ojos de sapito por muchas noches de tanto llorar, fue una relación que tuve por casi 5 años.
Al principio, esta relación era espectacular llena de detalles, alegrías, viajes, regalos, restaurantes, bueno qué les puedo decir, era todo un cuento de hadas. Sin embargo conforme pasaba el tiempo las cosas fueron cambiando, cada vez más alejada de mis amigos, de mi familia, de mis valores, de mis ideales, de mis principios y de mi propia persona. Ya no era yo, permitía que me faltaran al respeto, que me bajaran del coche en plena avenida o que me gritaran delante de las personas. Permití que me controlaran el tiempo de cuánto tardaba en camino del trabajo a mi casa y también permití que me manipularan chantajeándome que si se me ocurría dejarlo él se mataría. Permití que su familia me dijera en mi cara interesada y prostituta. Toda una aventura… ¿verdad?
Los fines de semana tenía que lidiar con un borracho en el asiento trasero del auto ahogado completamente en alcohol. Renuncié a mis sueños porque llegué a creer que sola no era capaz de lograr algo en la vida porque necesitaba de su aprobación para saber si las cosas estaban bien. Cuando se enojaba me jaloneaba tan fuerte que tenía mis brazos con moretones que tenía que ocultar con blusas o sweaters de manga larga. Esto era una relación montaña rusa, cuando las cosas estaban bien todo era espectacular, pero si algo andaba mal, ¡agárrate! porque la bomba explotaba por completo.
Cuando toda esta pesadilla terminó, mi entorno de familia y amigos al saber toda esta verdad me enseñaron que debía sentirme triste por todo lo que había tenido que pasar. Era una historia dramática, llena de abusos, decepciones, maltratos y dolor. Lloraba y lloraba reprochando a la vida el por qué me había ocurrido algo así. Maldecía a esa persona, jugué el papel de víctima y me repetía infinidad de veces “pobre de mí”. Había sufrido y seguía sufriendo por lo que ya había pasado. Pero honestamente, muy dentro de mí, sentía alivio, felicidad, paz y tranquilidad. Sentía por fin una vida ligera sin cargas donde la tristeza ya no tenía espacio en mi vida.
Con el tiempo me di cuenta que tenía que cambiar el relato de la historia y por eso te la voy a contar a ti. Una de las mejores etapas de mi vida fue compartir mi vida a lo largo de 5 años con una persona que me ayudó a sacar la mujer fuerte que dormía dentro de mí, me ayudó a llegar a lo más bajo de mi autoestima para valorar y conocer lo que realmente valgo. Me pisó infinidad de veces para que me diera cuenta que no importando qué tan fuerte ni cuánto me pisaran, nadie tiene el poder de quitarme mi valor como persona. Me ayudó a saber escoger en la vida a la persona correcta para compartir mi vida, porque gracias a su mal trato supe que yo merecía compartir mi vida con alguien que me valorara, que me tomara en cuenta, que me ayudara a crecer y que me ayudara a ser mejor persona cada día. Gracias a sus abusos ahora aprecio tanto lo mucho que mi esposito me procura, me cuida y me consiente.
Me di cuenta que lo que en realidad arruinaba mi vida no era lo que me había ocurrido, sino la manera en cómo había decidido contar mi historia Muchas personas se arruinan su vida entera por la manera en cómo se cuentan sus historias, pero lo extraordinario, es que esto sólo depende de cómo se cuenta cada uno los hechos.
He visto, personas que tienen cáncer,que parece que tuvieran gripa y personas que tienen gripa y parece que tuvieran cáncer. Vamos por la vida enfocando nuestra energía en “quien pretendemos ser”, en defender nuestra historia personal , nuestra imagen, y de esa forma invertimos tiempo e intención en el drama.
El contar una y otra vez nuestra vida, nuestro drama, a quien se deje, además de alimentar sólo a nuestro ego, nos permite autoafirmarnos de negatividad en este mundo lleno de pensamientos.
Hoy te propongo que dejes de contar esa historia que te hace sentir mal y te pone triste, visualiza la imagen que quieres de ti, y reinvéntate cada día.
¿Y cuál es TU nueva historia?
Comentarios
mariona, cuanto te felicito por ser como eres a pesar de las tribulaciones de la vida, y más felicito a ese Angel que te acompaña y te guía para que tú hagas sentir felices a cuantos te rodean, que gran ejemplo de vida. Dios te Bendiga amiga. te saludo desde Mazatlán, Sinaloa. México