Miedo

“Te juro que hasta me dio miedo que llegue mi niña a este mundo y a este México tan dispar y tan violento”, me dijo una mujer inteligente a unos días de que su beba vea la luz. ¿Exagera? No creo. Cualquier madre/padre informado sobre lo que ocurre en nuestro tiempo, no puede más que sentir miedo porque vivimos en un mundo no apto para los niños (la palabra se refiere también a las niñas). De esto existe conciencia.

Vale decir que tener miedo no está mal. El miedo es una reacción ante una percepción de peligro, es una emoción que se reactiva ante el riesgo y la amenaza, por lo tanto, nos sirve para prevenir. El miedo nos puede servir a los padres/madres para cuidar y proteger a los hijos de los peligros a los que se enfrentarán por el solo hecho de haber nacido.

También nos puede servir para analizar la realidad que los acogerá, para reconocer nuestras partes destructivas, para cuestionar las acciones e ideologías perniciosas que nos atan.

A nuestros niños les ha toca una época de claroscuros. Por un lado, la relación con la niñez se ha humanizado, lo que ha llevado a disminuir significativamente prácticas como el infanticidio, la esclavitud o el abandono, la ciencia médica ha evitado muchas muertes, existe una Convención sobre sus derechos e ideas de pensadores que invitan al buen trato y al respeto no como criaturas en potencia sino como personas en desarrollo, no como algo que serán sino como algo que ya son.

Por otro lado, la explotación sexual y comercial en sus distintas modalidades: trata, pornografía, turismo sexual, etcétera, es una realidad. Les ha tocado vivir una época donde el dinero es más importante que las personas, donde existen como objetos de consumo o consumistas.

Ante tal escenario tenemos dos posibilidades:

1) Reconocer la realidad con sus claroscuros, festejar las cosas buenas y trabajar para cambiar las malas;

2) Reconocer la realidad parcialmente negando los peligros e inseguridad, o mirando lo negativo solamente manteniéndonos en la queja permanente, y no hay que olvidar que la función de la queja es que las cosas no cambien.

El segundo supuesto nos llevaría a distorsionar la realidad recurriendo a la mentira; el primero al compromiso, a la acción, a la construcción de un mundo apropiado para los niños, a invitar a las personas a sumarse en este esfuerzo tal como canta el grupo español Ska-p: “En ti pongo mi esperanza, semilla de nuestra sangre. Mi amor, mi niña, mi vida, ver tu sonrisa es un soplo de aire. El futuro es una canción, te canto a ti, compañero. Tienen que ver nuestros hijos que el mundo tiene que tener remedio”.

Sólo así podremos “despertar y ver su carita reír. Sentir lo que nunca pude sentir, es tu luz”, la luz de la infancia.

El sociólogo alemán, Ulrich Beck identifica al miedo como una de las características de la sociedad posmoderna, la denomina “sociedad del riesgo” en la medida en que es ahora el momento en que por primera vez la especie humana se enfrenta a la posibilidad de su propia destrucción y extinción.

No hay que perder de vista que también existe el uso del miedo como forma de control de la población. Bienvenido el miedo mientras no se transforme en terror que paralice sino en estímulo para la acción constructiva.

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Comentarios

  • Miranda:

    Gracias por tu comentario. Efectivamente, el miedo bien gestionado es un amigo que nos indica un riesgo y que si lo respetamos y lo atendemos nos permite protegernos de los peligros de la vida. No hacerlo nos predispone al pánico, el cual resulta mucho más complicado de manejar y generalmente nos paraliza.

     

    Gaudi.

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