Juana Inés de la Cruz de Asbaje y Ramírez de Santillana, conocida universalmente como Sor Juana Inés de la Cruz o también llamada la Décima Musa, sobrenombre que se le atribuyó desde la aparición del primer volumen de sus obras, es una mujer fuera de serie en todos sentidos y cada vez cobra mayor importancia como una especie de imán. Tuvo en su tiempo una fama inconmensurable tanto en España como en América, tenemos noticias de que sus obras circularon a fines del siglo XVII y principios del XVIII, y cada vez se conoce más en el mundo las redondillas en defensa de la mujer: “hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”. Es una creadora que grandes escritores se han dedicado a estudiar su obra de los más conocidas menciono a: Margo Glantz, Manuel Toussaint, Emilio Abreu Gómez, Javier Villaurrutia, Sergio Fernández.
Y no puedo dejar de expresar en estas reflexiones que Marcelino Méndez y Pelayo conocido como el maestro más importante de la crítica Española, declara a la poetisa mexicana superior a todos los poetas del reinado de Carlos II,
Se le consideró una niña prodigio, pues a los 3 años ya sabía leer y escribir y a los 8 escribió su primera Loa Eucarística, además de que aprendió latín en tan solo 20 lecciones.
Va incluso más allá de ser una poetisa de grandes vuelos. Fue también fue una monja ingeniosa y una mujer sabia, ejemplar por su capacidad intelectual, que encarna las luchas a favor de la mujer a lo largo de la historia se han emprendido. Y por si algo faltara, una mujer hermosa.
En una palabra, podemos decir que es una mujerona y toda una heroína. Su vida, es un testimonio de nuestros alcances intelectuales y que sin duda tuvo una valentía enorme para defender a quienes pretendieron someter a las mujeres, y restringir sus libertades de una sociedad machista
Su voz, fue clara y precisa en el mundo hispánico de su tiempo para defender la dignidad de la mujer. La distinguió, la necesidad de su acceso al conocimiento y a la educacion. Sor Juana, es a la vez, la primera gran aportación de México a la cultura Universal.
Todo esto contribuye a la fascinación por esta maravillosa mujer cuya vida no tiene equivalencias con nadie: fue deslumbrante, ejemplar, interesante, subyugante, generosa…
Diego Ramírez, su abuelo, labrador de la provincia de Chalco, enfermó gravemente y ordenó su testamento de la siguiente forma: Con las formas que sabemos de notariales del siglo XVII, lo firma en la Hacienda Panoayan, muy cercana al pueblo de Amecameca y a la capital Novohispana. Muy joven desembarcó en la Nueva España y se estableció en Yecaplixtla. Ahí se enamoró de Beatriz Ramírez Rendón una hermosa criolla a la que hizo su mujer y justo con esta mujer tuvo un matrimonio feliz. Al terminar su vida, dictó en su testamento que debido a la gran satisfacción y dicha que tuvo con su mujer Beatriz Ramírez, le dejo la herencia de todos sus bienes y como tutora y curadora de sus hijos, en total 11 vástagos, 7 hombres y 4 mujeres, entre las cuales Isabel habría de traer al mundo a la célebre poetisa. No sufrieron estrecheces económicas y gracias al espíritu emprendedor que los distinguió pudieron disponer de buenas tierras de labranza como solía decirse y compraron también el uso de las mismas al Convento Agustino de Yecapixtla, que era en aquel entonces uno de los más prósperos de la región, fundado en 1523. Y este lugar recién mencionado será recordado por su belleza y su historia: binomio mágico.
Página web:
Sala-Museo Martha Chapa:
http://www.dgb.uanl.mx/bibliotecas/burrf/salamuseomarthachapa/
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