El derecho a la información se ha convertido en un hecho irrefutable de convivencia democrática real. Es imposible concebir un Estado democrático sin la garantía plena de un acceso integral a la información.Pero este acceso a la información plantea al menos dos grandes niveles: la información del ejercicio público, es decir la información clara y puntual derivada de la administración del país, la información que, en un régimen democrático, el gobierno está obligado a rendir.El otro nivel de información, que nos interesa, es aquel que refiere a los elementos sustantivos de la coexistencia entre hombres y mujeres. Se trata de un nivel que implica derechos de carácter legal, éticos y normativos de la convivencia diaria. Todos estos derechos a su vez se expresan en diferentes ámbitos: el laboral, educativo, familiar…La imposibilidad de consolidar ambientes que garanticen un acceso a la información en las relaciones sociales mujer-hombre, se convierte en un caldo de cultivo inmejorable para fomentar un clima discriminatorio en contra de la mujer.Para la mujer y el hombre, reconocerse como semejantes a la vez que distintos, resulta una tarea compleja. Reconocerse además en condiciones que propicien la equidad y la igualdad de oportunidades y derechos es aún más difícil de resolver.Esta situación, compleja por sí misma, sostenida por decenas de años de costumbre y modos opresivos que se volvieron normalidad, se agrava sobremanera, ahora lo sabemos, en un clima que no permite garantizar el derecho a la información y en consecuencia impide formar una conciencia de equidad y justicia, en donde hombres y mujeres puedan desarrollarse de forma plena e igualitaria.Es un hecho que sin información adecuada se forman los contextos favorables para un ambiente discriminatorio. Cuando nos preguntamos y se hacen las cavilaciones correspondientes en cuanto a derecho a la información, es común que se asuman sobre posiciones ya formadas. Es decir se apela a las condiciones de los adultos.Es necesario adoptar una visión novedosa de este derecho a la información, una posición ambiciosa del derecho a la información que se exprese como una especie de ruta preventiva, que nos ayude a evitar la reproducción de prácticas discriminatorias en contra de la mujer. ¿En dónde comienza esta ruta preventiva?: no hay duda, en la escuela temprana. Para decirlo claro, en el preescolar.Señala la maestra Graciela Hierro que un modelo de nueva educación tendría que afirmarse como aquella que “permita que las niñas podrán tener el mundo más abierto para elegir el tipo de persona que desean ser, el tipo de conocimiento y habilidades que desean adquirir y el tipo de mundo en el que desean vivir, al lograr la igualdad de condiciones con los hombres. Respetando, en cada caso las diferencias personales. Para los hombres, desde niños se abre la posibilidad de que se eduquen en la afectividad, y se acostumbren a vivir con compañeras que lo son en verdad, porque se encuentran en la misma jerarquía. Estos dos aspectos están muy poco desarrollados en muchos hombres” (Hierro, G., (2002:96)Es esta afirmación última la que sostiene la decisión de vigilar que se concrete el justo e integral derecho a la información desde el preescolar. Porque para cuando ya somos mujeres y hombres, la formación se encuentra contaminada de diversos efectos opresivos.Sea conveniente señalar que estos efectos opresivos se expresan al menos en tres sentidos muy claros: de subordinación, de discriminación y de dependencia. (Lagarde, 2003:97) En las tres condiciones la mujer es sujeta a una condición que mutila sus expectativas y potencialidades; en tanto que el hombre se ve sometido a su vez a circunstancias que le impiden reconocer en la mujer una condición de compañera, asistida en contextos de equidad e igualdad de oportunidades.Si esta opresión puede entenderse para el caso mexicano como una práctica social arraigada en la cultura, no es posible generar políticas exitosas para combatirla si no se generan estrategias preventivas para ir acotando las costumbres y los hábitos discriminatorios.En un porcentaje muy alto de las prácticas cotidianas de la sociedad mexicana, se van formando círculos esenciales que promueven el efecto discriminatorio, que obstaculizan la posibilidad de generar enfoques novedosos que no solo promuevan la equidad, sino que la defiendan, la practiquen, que se resuelva no como una especie de aceptación condescendiente, sino como forma natural de la vida diaria.Es vital que el derecho a la información se convierta en una garantía que se fortalezca y se practique diario en las aulas de preescolar de nuestro país. Se trata de aportar desde esta temprana etapa escolar, pero formativa esencial, las herramientas informativas que demuestren lo inaceptable que significan conductas y actitudes opresivas.La falta de equidad y todos los efectos discriminatorios no pueden ser vistos solo como reflejos y prácticas formadas; o como una simple suma de actos particulares; la falta de equidad y la discriminación de género es también una consecuencia que se siembra en las aulas. Sin la garantía de una información puntual, a nuestros niños y niñas, en torno de los nocivos efectos que supone aceptar el maltrato, el desprecio, el trato diferenciado y el menosprecio del otro u otra; las políticas de equidad seguirán trabajando sobre los efectos sin atender las causas formativas.Los derechos de los niños y las niñasLa Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) adoptada por los países miembros de la ONU en 1989, establece como parte sustantiva de sus bases que “el respeto a la dignidad y el valor de cada individuo, independientemente de su raza, color, género, idioma, religión, opiniones, orígenes, riqueza, nacimiento o capacidad, y por tanto se aplican a todos los seres humanos en todas partes.”En el caso de México, en la política educativa se explicita el interés porque los niños y las niñas cuenten con las mismas oportunidades para asistir a la escuela y se aspira a que el sistema educativo nacional se fundamente en principios como la equidad.El Programa de Educación Preescolar por su parte, define a la equidad de género como el “que todas las personas tienen los mismos derechos a desarrollar sus potencialidades y capacidades, y a acceder por igual a las oportunidades de participación en los distintos ámbitos de la vida social, sin importar las diferencias biológicas, ser hombre o mujer” (PEP, 2004:39)Las referencias anteriores, son ejemplos a nivel de discurso, alentadores y aspiracionales de lo que debiera ocurrir en la educación, sin embargo, cuando visitamos las escuelas de infantes y observamos las prácticas pedagógicas cotidianas dentro de las aulas, en el patio de juegos o en el comedor, comprendemos la distancia que hay entre la cita discursiva y la realidad.La importancia de pugnar porque el derecho a la información sea un proceso que se construya desde la temprana infancia, no sólo para las mujeres, sino en este caso también para los niños, radica en que, es justamente en este momento de la vida en que ocurre el aprendizaje del rol de género.De acuerdo con las categorizaciones de Lamas (1986), Puleo (1997) y Moreno (1998), el proceso de aprendizaje del rol de género, inicia con la rotulación o atribución, que se refiere a la apariencia externa de los genitales a partir del nacimiento, asignando el género masculino o femenino dependiendo del sexo anatómico.La identidad de género se construye alrededor de los dos y tres años de edad, evento precedente a la conciencia de la diferencia sexual anatómica; se adquieren, en primer término, los conceptos de género con ideales y deseos sociales que se consideran más apropiados para cada género y se difunden mediante interacciones y prácticas cotidianas como por ejemplo, la ropa que se usa, los castigos que se imponen, los juguetes, juegos y conductas que se fomentan antes de que el niño o niña sea conciente de la diferencia biológica genital.La escuela preescolar: aprendiendo a discriminarEl aula es un espacio inmerso en un sistema educativo y social, por lo tanto, las prácticas educativas no pueden desvincularse de este contexto: lo que ocurre en el interior de cada aula es una posibilidad de reconstruir de manera distinta y día con día el conocimiento en el trabajo cotidiano, las relaciones y la socialización en un proceso que no es mecánico ni lineal.En la práctica docente, los roles de género de producen, reproducen, resisten y resignifican de diferentes formas, por ejemplo, los estudios etnográficos realizados por Peter Woods (1995) y otros equipos de investigadores, muestran como práctica recurrente, la atención diferenciada hacia niños y niñas, concretamente a través del currículo oculto, es decir, lo no explicitado, lo que se da como fruto de las relaciones sociales en la escuela, a través del lenguaje oral, corporal, tono de voz, gestos, frecuencia y duración de la atención proporcionada a unos u otros.Una de las dificultades de estudiar el currículo oculto es que pertenece a la inconsciencia, de forma que toda la institución educativa puede estar transmitiendo una enseñanza discriminatoria y no ser consciente de ello. Por eso, es muy importante pasar de la inconsciencia a la conciencia, ser capaces de analizar con sentido crítico qué transmitimos con nuestra actitud en el aula, de qué hablan los libros y la información que utilizamos y cómo lo tratan, si hay cuestiones que “predicamos” desde el currículo explícito y desmentimos con el currículo oculto. Es evidente que esta labor de análisis crítico requiere revisar y fortalecer la formación de las educadoras.Dentro del currículo oculto podemos analizar diferentes cuestiones, nos referimos por ejemplo a los usos lingüísticos, como en el caso del uso del masculino como genérico, en otros casos, la minusvaloración de las niñas. No es extraño oír cómo se desprecia lo que pueden estar hablando un grupo de niñas o de mujeres, nos referimos al uso de la adjetivación: los adjetivos que se utilizan para describir a niñas y a niños no son los mismos, incluso si la acción es la misma. Es muy raro escuchar los mismos comentarios o calificativos cuando se trata de grupos de hombres.El trabajo escolar cotidiano y las maestrasA través de las imágenes, selección de contenidos, información y en los materiales didácticos, se transmiten estereotipos masculinos y femeninos: cuentos tradicionales, fotos, ejemplos…No es algo que se haga conscientemente, de hecho, ¿cuántas son las educadoras que reflexionan sobre los estereotipos que se transmite a través de los distintos materiales e informaciones que utilizan en el aula? Prácticamente no se estudian ni se comentan para mantener una postura crítica.En los materiales utilizados actualmente en el aula, encontramos que aún se fijan fuertemente los estereotipos; el mandil para las mujeres, el periódico para los hombres, mujeres incluidas sólo como objetos, hombres siempre activos y en la vida pública, la ciencia como una labor masculina, entre otros.En la práctica pedagógica se observa frecuentemente el uso del neutro para referirse al grupo de niños y niñas, cuando la maestra dice “buenos días niños….” pareciera que al no hacer la distinción verbal: niñas y niños, se adopta una forma inclusiva o que se educa bajo el principio de igualdad por el hecho de no hacer ninguna distinción entre niñas y niños. No son conscientes de que con el uso del neutro se reproduce el esquema de la masculinidad.Descubrir esos estereotipos, discutirlos y reflexionarlos es tener una perspectiva de género en la enseñanza.La mirada de niñas y niños: el reverso de la monedaEl aprendizaje del rol de género en preescolar se basa en la interacción, imitación y reproducción de patrones estereotipados de los adultos y los mensajes (explícitos e implícitos), que caracterizan la vida escolar y familiar cotidiana.Cuando los niños juegan futbol y les preguntamos ¿por qué no invitan a las niñas a jugar con ustedes? ellos responden: porque no saben, corren muy despacio, son muy tontas… al realizar la pregunta a las niñas, ellas opinan: “los niños no nos dejan…, nos tiran o nos pegan…”.La manifestación de la afectividad, sentimientos y contacto físico, se presenta diferenciada entre niñas y niños. Por ejemplo, en el momento de entregar tarjetas con motivo del día de la amistad los niños se intimidan ante la invitación a abrazarse mientras intercambian las mismas, manifiestan una mayor resistencia ante el eventual contacto físico y al preguntarles ¿por qué te da pena abrazar a tu compañero? ellos responden que eso es cosa de mujeres…En una situación, durante la clase de cantos y juegos, los niños se abochornan al ver que les toca bailar con un compañero, evitan el contacto físico y apenas y se mueven. La identidad masculina, desde esta temprana edad, se va elaborando con el rechazo y desprecio de todo lo que se considere femeninoLa coeducación: una opción educativa desde la perspectiva de géneroEn el centro de estas circunstancias reproductoras de ambientes opresivos, la escuela -como espacio socializador-, trasmite estereotipos de género. Si pensamos en una escuela más participativa y democrática, hemos de abrir espacios en donde los problemas escolares o educativos puedan ser analizados desde la perspectiva de género. Hemos de utilizar las herramientas de observación y análisis que nos permitan desmitificar y aclarar que las diferencias genéticas, físicas o culturales entre hombres y mujeres, no sean falso pretexto para promover situaciones inequitativas, discriminatorias y limitantes de los proyectos de vida personales.La coeducación, tendría en este sentido un enfoque de derecho a la información intrínseco, se trata de ir mucho más allá de reclamar una igualdad en el acceso de las mujeres al mundo público. La coeducación colabora a abrir el debate del mundo invisible de los centros educativos, porque observa las relaciones inconscientes del currículum oculto y hace propuestas prácticas educativas, que por un lado afectan de forma directa nuestras propias creencias, valores éticos y sociales, y por el otro, tienen repercusiones en las relaciones familiares, escolares, amistosos y laborales entre otras.La coeducación es una mirada escolar que ayuda a replantear estos aspectos que acabamos de mencionar y contiene varias facetas. En primer lugar, tiene como uno de sus objetivos la eliminación de las jerarquías culturales entre lo masculino y lo femenino. En segundo lugar, propone establecer intersecciones entre las clasificaciones sociales de lo masculino y lo femenino. Clarificando la información se hace válido este derecho en la práctica diaria del preescolar.Que niñas y niños tengan los mismos recursos y oportunidades para su educación y que vayan desapareciendo las barreras de género, que prescriben o prohíben unos comportamientos u otros en razón del sexo, de modo que todas las capacidades humanas más positivas y necesarias estén al alcance tanto de hombres como de mujeres.Consideraciones finalesFomentar el derecho a la información como un asunto práctico y obligado en los contextos de la educación preescolar, a fin de promover la equidad y evitar en consecuencia los sistemas opresivos en contra de las mujeres tendría como fin último la construcción de un mundo sin visiones clasistas, racistas y discriminatorios.Evitar seguir reproduciendo poderes de dominio del otro, y ambientes que excluyen y limitan. Este derecho a la información con perspectiva de género en el preescolar se propone una vida en que las posibilidades de ser mujer u hombre sea una experiencia humana con todas las posibilidades a su alcance.Obligar el derecho a la información de una formación preescolar con perspectiva de género, es la ruta preventiva que permitirá que nuestras niñas y niños reproduzcan sistemas y modos opresivos y excluyentes. Para que los futuros adultos se entiendan como compañeros, con posiciones generosas en términos de amplia y equidad.Rosalba Santos Martínez.
Enviadme un correo electrónico cuando las personas hayan dejado sus comentarios –
Comentarios